Recuerdo haber comentado, en una ocasión, sobre la situación
de nuestros soldados destinados a otros países, y haber
advertido de que existía la posibilidad, estando en
misiones de gran riesgo, de que se produjera lo que, por
desgracia, acaba de ocurrir con un grupo de nuestros
soldados en El Líbano. La muerte en combate de estos
jóvenes, que no asesinato ni homicidio ni ninguna de estas
zarandajas que quiere que nos traguemos la prensa del señor
Polanco o, todavía peor, lo que el propio diario El País que
se atreve a definir el hecho como mero “suceso”; nos debe
hacer reflexionar, a los ciudadanos de a pie, sobre la
trascendencia de la misión que están desempeñando nuestros
jóvenes en aquellas lejanas tierras de Afganistán y el
Líbano. Lo cierto es que, a pesar de los esfuerzos del
Gobierno para disimularlas, hemos tenido bajas en ambas
regiones sin que parezca que les preocupe demasiado. La
pérdida de seis muchachos de nuestro ejército –aparte del
dolor que nos produce tal noticia y de dar nuestro más
sentido pesame a sus familias – nos debe de hacer recordar
la actitud de los que ahora están en el poder, o sea, el
PSOE, cuando Aznar envió a nuestras tropas al Irak; no a
luchar contra las tropas de Saddam Husein – como sucedió en
la guerra del Golfo, bajo el gobierno de Felipe González–,
sino a instalar, en la retaguardia, un hospital militar en
el que se atendieron indistintamente a heridos de guerra y a
la población civil. Aquello sí fue una misión de paz, en la
que no se produjo ninguna baja entre las unidades asentadas
en aquella tierra. Sin embargo, el señor Zapatero y los
suyos movilizaron a la ciudadanía para que saliera a las
calles, hiciera caceroladas y se manifestara con hostilidad
contra “un gobierno que enviaba a morir a sus hombres”.
Tanto lucho, tanto intrigó y encizañó en contra del PP que,
ayudado por la oportuna “coíncidencia” de la masacre del
11-M, consiguió hacerse con el gobierno de la nación, su
objetivo prioritario.
Vean lo que está ocurriendo cuando se han vuelto las
tornas. Lo que antes era una guerra ilegítima contra Irak
ahora se ha convertido, en Afganistán, en una misión de paz
contra los “terroristas; lo que antes era un crimen contra
nuestros soldados ahora es un honor que vayan a morir por
los intereses de la ONU; lo que antes significaba una
intromisión en la soberanía de una nación pacífica ahora,
por contra, es una buena obra para salvarlos de su propio
pueblo en armas. Porque, veamos si aclaramos los términos
para no liarnos más de lo que ya lo estamos: estos actos,
que ellos llaman terroristas, se producen cuando dos
ejércitos perfectamente armados (israelíes y palestinos;
Hamas y Al Fatah o Fatah Al Islam y el ejército libanés),
–que no simples grupos terroristan que actúan en la
clandestinidad a salto de mata –, utilizando técnicas que se
emplean en todos las guerras modernas, se enfrentan entre
ellos o, como sucede en Líbano, combaten a la vez que con el
ejército regular y con Israel y, de carambola, con nuestras
unidades. No cuela el que digan que son meros actos
terroristas, porque estástécnicas de emboscada ya se
utilizaron en la segunda Guerra Mundial (1939); y hoy se
enseña en el ejército como guerra de guerrillas. El
calificar de acto terrorista el que una mina o un coche
bomba destruya un vehículo militar, es intentar hurtar a los
españoles el hecho incuestionable de que tanto en Afganistan
como en El Líbano hay una guerra entre dos ejércitos, como
ha quedado plenamente demostrado en las últimas luchas entre
los palestinos y los israelíes. Qué la guerra moderna es
distinta de nuestra guerra civil, por supuesto, y también lo
es de la del Golfo; porque las técnicas cambian y las
estrategias también.No obstante, y aunque el reguero de
víctimas, admitidas y camufladas, va adquiriendo
proporciones importantes, no creo que haya, hoy en día,
nadie que dude que estamos entre dos bandos beligerantes.
Que el Gobierno y los que le apoyan están intentando
legitimar la presencia de tropas en el extranjero y
deslegitimar a las que acudieron a Irak, es evidente.
Arguyen que la ONU no se había pronunciado sobre el tema –
aunque, más tarde, sí lo hizo dándoles su apoyo– pero ello
no justifica la espantada de Zapatero, retirando las tropas
antes del plazo previsto, indisponiéndose temerariamente con
los EEUU. Una jugada política infame y desleal de la que
sacó su provecho.
El “no a la guerra”, el “Aznar criminal” o “la derechona
fascista”, que fueron armas arrojadizas contra el anterior
gobierno; ahora, curiosamente, y para asombro de propios y
extraños, no se han vuelto a escuchar en las filas de las
izquierdas. Sí hay víctimas, entre las tropas que tenemos
repartidas por varias naciones, parece que nadie se extraña
y tampoco lo lamenta, al menos públicamente. ¿Valen menos
las vidas de estos soldados que las de los que se enviaron a
Irak, para que se justifique este cambio de actitud? ¿Es
que, acaso, el gobierno socialista del señor Zapatero ha
mentido a la gente que le votó cuando aseguró que no habría
más soldados fuera de España? Por cierto ¿qué fue de las
damas blancas? ¿Dónde está la familia Bardem, y toda la
farándula que la seguía y jaleaba? ¿Qué pasa con el “no a la
guerra” y la petición urgente de repatriación de nuestros
soldados? Nada, silencio ominoso, no es momento de chistar,
hay que apoyar al Gobierno del que dependemos, y no hay que
dar bazas a los “fascistas” del PP.Es una actitud deneznable
que nos produce vergüenza ajena.
Porque, no es que estemos en contra del envío de efectivos
en misiones de guerra, cuando estén justificadas, pero si lo
estamos de que se utilice el fariseismo y el maniqueismo
cuando se trata de atacar a un gobierno legítimo, con el
único objeto de hacerlo caer y luego, cuando las
circunstancias cambian y le conviene al Ejecutivo de turno,
se olviden de aquello que criticaron para caer en lo mismo.
Es el lema de la izquierda: la mentira y la deslealtad.
Están instalados en el “todo vale” para lograr sus fines, no
les importa segar la hierba debajo del adversario, enlodarlo
e injuriarlo, pero se guardan muy bien de criticar a los de
su propio partido. Vean ustedes el mutismo ante el
vergonzoso affaire de las clandestinas negociaciones con
ETA, lo de De Juana Chaos, lo de la ANV, lo de la Opa de
Endesa… da lo mismo, ¡todo por la causa!, ¡hay que acabar
con los fascistas! Algunos nos acordamos: lo mismo que en
febrero de 1936.
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