Y no ha hecho más que comenzar el
verano, sin haber entrado en el mes de julio que es cuando
comienzan la apreturas en vuelos, hoteles y veraneantes.
Cada uno, la Constitución lo permite, tiene derecho a
manifestarse, incluso con huelga, para reivindicar sus
derechos, y eso es algo que no vamos a olvidar, pero lo que
olvidan muchas veces los huelguistas o sus “asesores” o “
promotores” sindicales es que una huelga cuesta mucho dinero
y no todas las empresas pueden soportar el coste de esos
paros.
Aquí, por decir algo, comienza el movimiento con Spanair,
una aerolínea que no anda sobrada de casi nada y que para
más detalles está en venta en estos momentos. Pues bien,
para ayudar, para que se venda mejor y para que los puestos
de trabajo queden “mejor asegurados”, los tripulantes de
Spanair paralizaron el lunes 60 vuelos.
Los tripulantes de cabina, en la primera jornada de huelga
obsequiaron a los “clientes” de la aerolínea, con esa
seguridad, con esa tranquilidad, de no hacer el viaje como
tenían programado, sino que lo harán, si lo llegan a hacer,
cuando estos “señoritos”, bien pagados, y bien tratados
tengan el gusto de volver a su trabajo, perfectamente
asesorados, ¡¡Faltaría más!!, por el Sindicato Independiente
de Tripulantes de Cabinas de Pasajeros de Líneas Aéreas, el
conocido SITCPLA.
La “juerga” algo tiene que ver con huelga afectó a “pocas
personas”, más de 7000 pasajeros. Esto en principio y como
por algo Madrid es Madrid, pues el aeropuerto de Barajas se
vio afectado en 58 vuelos. Alguien podría empezar a decir
que esta es una de las ventajas del “centralismo”.
Y puestos a analizar la situación, ya es lamentable que un
sindicato que representa escasamente a un 25% del comité de
empresa de la aerolínea, haya conseguido protagonizar lo que
es la primera huelga de los tripulantes de cabina de Spanair.
Hemos hablado de muchos vuelos cancelados, pero es que en
los no cancelados la normalidad brilló por su ausencia, con
una media de demora superior a los 45 minutos. Así se ha ce
progresar a las empresas, atacándolas en los momentos de más
trabajo, y si una empresa no anda bien sus empleados, a la
larga, marcharán “como tres en un zapato”. Esta realidad no
sé si llega a las mentes despejadas de los sindicatos, en
los que unos cuantos viven como Dios, sin pegar un palo al
agua, y luego que los otros den la cara y si la empresa
cierra, que se vayan a la calle.
Pero no todo acabó aquí en Spanair, porque cuando comienza
el baile, nadie quiere quedarse sin “bailar el primer
pasodoble”, y también BRITISH AIRWAYS se encontró con
movimiento. El lunes tuvo que afrontar la huelga convocada
por 91 trabajadores de tierra, en los aeropuertos de Madrid
y Barcelona, Barajas y El Prat. Lo bueno de los ingleses es
que no quieren perder su tirón y lo solucionaron a su
manera, pero quedó solucionado con la llegada de
“voluntarios de otros centros” de la aerolínea. Pero claro,
aquí los sindicatos, muy reivindicativos ellos y muy dados a
mantener la normalidad, acusan a la aerolínea de traer
extranjeros desde Londres y París, “algo totalmente ilegal”,
según el presidente del comité de empresa en Barcelona,
Oriol Dolader.
Que ahora un sindicalista, miembro del comité de empresa, o
defensor de causas perdidas, venga a criticar en España la
existencia de extranjeros trabajando “de manera ilegal”, es
que o está dormido, o que no ha empezado a soñar todavía.
Los pasajeros, los usuarios de la compañía, lo primero que
quieren es que el servicio que han contratado se cumpla y se
cumpla bien, luego todo lo que digan desde los sindicatos
será bonito para justificar su existencia, pero nada tiene
que importar a quien pasó por ventanilla, contrató un
servicio y ese servicio se ha cumplido. Ahí empieza y
termina el cliente.
La medida tomada por los ingleses hizo que la convocatoria
de huelga no provocara, inicialmente, ninguna cancelación de
vuelos, y de poco sirve que los parlanchines sindicales
hayan cifrado el seguimiento de esta huelga en un 94% y un
70% en Madrid y Barcelona. Si los datos son ciertos es que
sobran muchos de los huelguistas.
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