El brutal ataque terrorista a
nuestras tropas desplegadas bajo bandera de la ONU en Líbano
me pilló anteayer lunes bajando de la “yebala”, con el
sudado macuto a la espalda. Por lo demás el ataque era
previsible, tal y como sin querer ser agorero predecía en
esta sección el viernes 1 de junio, aviso que era
corroborado por fuentes judiciales libanesas el día 8.
Veamos: primero, las tropas están en un claro escenario de
guerra, nuestros jóvenes no han ido allí a repartir
caramelos; segundo, “Fatah Al Islam” ya había amenazado con
ampliar su arco de atentados señalando, incluso, a los
contingentes de la FINUL. Pero la filial de Al-Qaïda no es
solo nuestro enemigo: aunque Hizboláh ha condenado el
“sospechoso” (sic) atentado, la FINUL bien podía haber sido
atacada por las milicias terroristas shiítas, que siguen
operando en la zona a su antojo y habían dejado claro que no
iban a permitir su desarme; además, Hizboláh había acusado
recientemente a los efectivos de la ONU de colaborar con
Israel. Por si fuera poco, el enfrentamiento directo entre
Occidente (Israel incluído) y los países árabes moderados de
la región (con Jordania y Egipto a la cabeza) contra las
bandas palestino-islamistas de Hamás (otra organización
terrorista) es cuestión de tiempo. Y aquí radicaría una de
las primeras enseñanzas: la identificación del enemigo.
Porque el combate no es solo contra Al Qaïda, creer eso
sería no solo un error estratégico sino la mejor forma de
perder, cuando menos, la batalla. Las filas enemigas en la
región son más amplias: Hizboláh, Hamás, Hermanos Musulmanes
en cualquiera de sus camaleónicas versiones… y aquellos que
los sustentan, allí o aquí: desde individuos a
organizaciones políticas islamistas presuntamente moderadas.
Y ello sin perder nunca de vista que nuestro verdadero
aliado y amigo en Oriente Medio es Israel, país con el que
compartimos valores comunes y que nunca irá –al revés que
otros- a apuñalarnos cuando pueda por la espalda.
Naturalmente hay también otras valoraciones en esta
tragedia. La primera de ellas es que fueron a por nosotros,
a por España… ¿Buscando quizás otra “pacifista” retirada…?.
Con nuestros soldados aun de cuerpo presente late otra
reflexión: ¿están las tropas españolas debidamente equipadas
para sus misiones en el exterior, en escenarios de guerra
pura y dura?. Porque la misión al Líbano fue presentada
(recuerden y si no tiren de hemeroteca) por el Presidente
Zapatero como una excursión de “boy scouts”… No escribo solo
de la penuria de medios por el famoso y triste asunto de los
inhibidores de frecuencia, cuando ya en noviembre de 2006 el
Estado Mayor de la Defensa -sabiendo lo que se echaba
encima-, ordenó colocarlos en todos los vehículos blindados
operativos en misiones internacionales y de eso han pasado
ya siete meses…, podría entretenerles con la
“canibalización” de vehículos. Pero es que hay más: Alonso
había anunciado el 22 de noviembre de 2006 el envío de dos
helicópteros sanitarios… que siguen sin llegar; ¿y donde
están los aviones de vigilancia no tripulados?. ¿Saben
cuanto vale un inhibidor?: entre quinientos y mil euros.
¿Tan poco valen las vidas, valientes y generosas, de
nuestros soldados?
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