He visto cosas, cosas muy hermosas. He estado una semana
entera en la Biblioteca Pública de Ceuta, me he reunido con
unos cuatrocientos niños y chicos de Ceuta. Y con sus
maestros y profesores.. He visto chicos y chicas cristianos
y musulmanes fundidos en una complicidad de palabras e
historias, he visto maestros y profesores disfrutando como
niños. Hemos hablado de los libros, pero no de los libros
como evasión, sino como invasión: del corazón humano, del
corazón del otro. He vivido instantes de emoción desbordada;
minutos como siglos, repletos de realidad y misticismo. He
visto el rostro resplandeciente de una niña de unos nueve
años diciendo, perpleja ante su propio descubrimiento: “¡Los
libros son vida!”
He visto tanto que hasta he soñado con una sociedad de
niños. Si la Ceuta Adulta fuera como la Ceuta en la que he
vivido estos días, todo sería mejor, mucho mejor: una
sociedad de diferentes culturas pero un solo sentimiento.
Paradójicamente: una sociedad de niños sería más madura.
Les he prometido a los cuatrocientos niños que un día
escribiré un cuento que se llamará “La ciudad de juguete”.
No sé cuándo: esperaré la ola, como les “metaforaba” a
ellos, y cuando venga alta y redonda, me subiré a la ola
para escribir un cuento con final feliz: el del futuro.
Pero nada de todo esto sería posible sin una casa, como no
es posible la vida en el desierto sin la jaima. Y esa casa
se llama Biblioteca. Y esta, Biblioteca Municipal de Ceuta.
Ha querido el azar que estuviera presente en la celebración
del décimo cumpleaños de una etapa crucial en su vida,
dirigida por una frágil mujer fuerte, con un equipo de gente
alegre y seria, con cuentos en la calle y un aire cálido de
primavera de la palabra. Durante esta semana he hecho de
flautista de Hamelín, pero no para encerrar a los niños en
una cueva, sino para todo lo contrario: para proclamar que
la biblioteca es un espacio contradictorio: tiene puertas y
paredes, pero no para encerrar, sino para liberar: en su
interior no hay presos, sino libertad; para recordarles el
camino de la biblioteca, el tesoro de los sueños. 75.000
libros, discos, películas, ordenadores: un botín para los
sentidos del alma. Para niños y adultos, para niños maduros
y adultos niños. Para decir en voz muy alta que no hay un
espacio de mayor libertad en Ceuta que en el interior de su
biblioteca, porque los libros hacen seres libres.
Pero no escribo este artículo para glosar una evidencia,
sino para todo lo contrario: esta no es la realidad. Conozco
bibliotecas públicas de toda España, igual que conozco
colegios e institutos de todas las regiones y provincias. Y
algunas, por desgracia la mayoría, son cofres cerrados,
llenos de tesoros que nadie disfruta, porque nadie hace nada
para que se sepa que están ahí. Espacios llenos convertidos
en espacios vacíos: de gente, de vida. La España lectora no
se edifica en las librerías, se siembra en las bibliotecas y
en la escuela. Ceuta ha encontrado ese camino, lo ha
alfombrado, y estos diez años de pequeña historia son ya
diez años de Historia: de esta siembra nacerá una Ceuta
adulta por niña, madura por inocente, libre por libro.
Ceuta, su pequeña gran biblioteca, su pequeño gran equipo,
su pequeña gran directora, son un ejemplo. A seguir.
Publiqué en un volumen sobre las bibliotecas de España un
artículo que se llamaba “Biblioteca de silencios rotos”: era
esta, la de Ceuta, por excepcional, porque en ella se ha
sabido romper el silencio para que se escuche el silencio y
el leve siseo de las páginas entre los dedos de los niños.
Miren hacia el Polígono Virgen de África, por ahí es por
donde sale el sol en Ceuta.
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