Mientras desde París se planifica
la visita del premier francés Nicolas Sarkozy al Maghreb, en
la que rompiendo el ritual de la tradición -Chirac pondrá el
grito en el cielo de los Campos Elíseos- podría visitar
Argelia antes que Marruecos en una decisión simbólica pero
de equívoca interpretación, en Rabat la clase política va
rematando sus funciones a fin de cerrar el Parlamento el 20
de julio, dejando los asientos limpios y pulidos para los
nuevos inquilinos que salgan de las urnas el próximo 7 de
septiembre. Inch´Alá, por supuesto.
En el fiel de la balanza del nuevo gobierno la figura del
Primer ministro que, como es preceptivo, será elegido
directa y discrecionalmente por el Rey, Mohamed VI. Pero,
¿qué piensa el joven Soberano de 44 años?. Se abren dos
posibilidades: la primera -y recogiendo las palabras que
dejó caer el propio Monarca- sería escoger al Primer
ministro entre los líderes de las formaciones políticas que
conformen el nuevo equipo gubernamental, aspecto que
comentaré más adelante; la segunda -y siguiendo el clásico
consejo del magrebí San Agustín: “en tiempos de crisis no
hacer mudanza”- sería apostar por la continuidad,
manteniendo a Driss Jettou en su puesto, decisión que a mi
juicio no debería descartarse. ¿Inconvenientes?. Solo uno:
vincularía referencialmente al nuevo Gobierno al pasado,
infundiendo un halo de continuidad… pero las ventajas y
garantías para el Makhzen -vamos a escribirlo así- son
enormes, ante un ciclo político decisivo para la evolución y
definitivo anclaje del país pero, que parece presagiar la
formación de oscuros nubarrones de incertidumbre.
Ahora bien, ¿cuáles serían las fuerzas políticas nacidas de
las urnas?. A mi entender cuatro, que romperían el actual
“tripartito de poder” presente en la Cámara de
Representantes: Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP)
50 asientos, nacionalistas del Istiqlal (Partido de la
Independencia) 48 y los islamistas del Partido de la
Justicia y el Desarrollo (PJD), 42. En una primera
aproximación, las elecciones de septiembre podrían arrumbar,
por orden, el siguiente cuadro: Istiqlal, PJD, USFP (que
bajaría a un tercer puesto o pudiera incluso que cuatro) y
el nuevo socio, el partido de cuadros (y cierta impronta
beréber) del RNI (Concentración Nacional de Independientes).
Adelantaría otro análisis: la fuerte subida de los
islamistas parlamentarios del PJD, pero sin llegar a
alcanzar el “tsunami político” con el que se especulaba.
¿Las razones?: varias y de signo diferente, pero centrémonos
en lo que nos ocupa: ¿podría ser elegido el Primer ministro
de entre las cabezas pensantes del arco político
presentado?. Veamos. Yo descartaría -están políticamente
amortizados- tanto a Abbas El Fassi (Istiqlal) como a
Mohamed Elyazgui (USFP), e intuyo harto problemática la
nominación del discreto Saad El Othmani (PJD). Tampoco veo a
la cabeza del gobierno a ningún representante del RNI, pese
a la valía de Mansouri y Ouchaka. Me inclinaría por Toufiq
Hjira, un istiqlalí que ya ha demostrado su valía al frente
del ministerio de Hábitat y Urbanismo, sin desdeñar la
posibilidad (en contra, el significativo descenso de su
partido) del socialista Fathallah Oulalou, ministro de
Economía. Ambos, como Jettou, de marcado carácter tecnócrata
y con probada fidelidad al Rey y Comendador de los
Creyentes.
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