No es profesión de moda, pero si
muy solicitada en las últimas semanas, especialmente tras la
ruptura de la tregua de ETA.
Hoy son necesarios cada vez más, por cuanto el círculo al
que se han extendido las amenazas es cada vez más grande.
Mi sorpresa ayer fue el encontrarme a un amigo de hace
muchos años, ya metido en los 40 y que está también en esta
bendita profesión.
Es una profesión, posiblemente, bonita, pero hoy por hoy es
de las más peligrosas que hay, porque ellos lo primero que
tienen que hacer es cubrir totalmente a su protegido,
arriesgando su vida y protegiendo con su propio cuerpo,
llegado el caso, frente a unos salvajes matones o a unos
mercenarios bien pagados y sin escrúpulos.
Los guardaespaldas no sólo tienen que enfrentarse a
desalmados, fuera de la ley, sino a otros tipos de personas
que parece, en teoría, que están dentro del sistema, con lo
que el trabajo es más complicado todavía. Hace solo una
semana hemos tenido un caso problemático, pero real, en
Madrid, donde guardaespaldas de un empresario de postín y
otro tipo de “ funcionarios” terminaron en comisaría.
Se podrá decir que estos están bien pagados, puede que sí,
pero al comienzo de la actividad hay que pasar por
situaciones más que complicadas.
Aquí, y esto hay que decirlo, están bajo el control de
empresas privadas, no son cuerpos oficiales, aunque
generalmente están protegiendo a cargos oficiales, o a
personajes de alta empresa, con lo que están en puestos de
máxima responsabilidad.
La formación ha variado en los últimos años, y la
utilización de armas depende en qué tipo de servicio van a
actuar. Las empresas forman, informan y marcan las
actuaciones que deberán seguir en casos extremos.
El verano, y lo escribíamos ayer, ha traído, además de
calor, una serie de preocupaciones que de rebote van a
influir en la actividad de estos hombres y mujeres que van a
tener mucho que hacer, bastante que mirar y desde luego no
será la suya una gran tranquilidad si la situación no cambia
el ambiente que se ha generado.
Y ya es lamentable que siempre vengan las preocupaciones de
parte de los que rompen el orden establecido, para que las
gentes de bien, los profesionales de verdad tengan que
actuar fuera del campo de la normalidad que sería lo
exigible.
Hace mucho tiempo y siempre con la honradez por delante me
decía uno de los guardaespaldas de un alto cargo en una
comunidad autónoma del centro de la península, que lo malo
no era actuar cuando hay muchos problemas anunciados,
entonces, me decía, tienes todos los ojos puestos en lo que
puede ser el problema, lo peor es cuando en situaciones
aparentemente normales, aparecen incontrolados, no fichados,
que rompen todo el trabajo previsto y te encuentras casi sin
saber a donde tienes que atender en primer lugar.
La profesión, repito una vez más, tiene riesgo, tiene mucho
que ver cada día y no tiene un instante de tranquilidad en
ciertas partes de nuestro territorio.
A este respecto, recuerdo la visita a Ceuta de Carlos
Iturgaiz hace tres o cuatro años, él era un político
importante de Euskadi y decía que en esta ciudad no harían
falta ni escoltas ni guardaespaldas. Y no me extraña nada,
porque acostumbrado a sus viajes diarios por su comunidad
autónoma rodeado de personas que le protegieran, un paseo
por Ceuta venía a ser algo así como una visita por las
inmediaciones del Paraíso.
Lo que más me agradaría a lo largo de todo el verano es no
tener que volver a escribir sobre estos hombres, porque ello
sería el síntoma inequívoco de que la tranquilidad había
existido para todos y nadie había tenido que hacer trabajos
extras no deseados.
Estamos por consiguiente hablando de gentes que tienen una
misión vital para el mantenimiento de la normalidad, la
pervivencia del orden y la defensa de unas personas que
representan algo en la política, la economía y toda la
marcha del sistema en nuestras tierras.
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