A la altura de Marrakech pero en
la costa y a unos 475 kms. al sur de Rabat, entre Safi y
Agadir, se encuentra la fascinante villa de Essauira, “La
bien diseñada”, ciudad blanca y brillante bajo la luz del
sol, rodeada de campos de dunas en una región que durante el
siglo XIV de la Era Común fue escenario de cruentas luchas
entre la población beréber autóctona y los “señores”
locales, tal y como podemos leer en León el Africano. La
antigua Mogador portuguesa de 1.506, con sus baluartes y
cañones, fue refundada en 1.760 por el sultán alauí Mohamed
Ben Abdalla como contrapeso a la insumisa Agadir; de hecho,
los rebeldes beréberes de la región no pasaron a integrarse
en el Makhzen tras ser rendidos por la fuerza de las armas
francesas durante el Protectorado, en 1.927. Con indicios de
restos prehistóricos, en el siglo I a.d.e.c. el asentamiento
era ya famoso por la producción de salazones pero sobre todo
púrpura, colorante muy apreciado primero por cartagineses y
fenicios y luego por romanos. Con aun importantes
astilleros, el puerto de Essauira es el tercero en el
ranking nacional de captura de sardinas además de ser la
zona una importante reserva natural, refugio entre otras
especies protegidas del Halcón de Eleonor.
Pero como intuirán yo no pretendo -solamente- llamar su
atención y sugerirles una gira turística a la pintoresca
ciudad -con un benigno clima-, de la que puedo asegurarles
no volverán defraudados. Mi intención es glosar en estas
líneas la décima edición del “Festival Gnaoua de Essaouira”,
que precisamente se clausuró anteayer. Creado en 1.998 el
llamado “”Woodstock marroquí” ha logrado alcanzar un
renombre internacional, pasando de veinte mil seguidores en
sus comienzos a más de medio millón en la actualidad.
Essauira lució estos días sus mejores galas, con la
participación de veinticinco grupos y centenares de artistas
venidos del mundo entero, que vistieron sus teatros y plazas
(una decena de escenarios, dos de ellos al aire libre) de
música y alegría, junto a una panoplia de exposiciones,
documentales y conferencias.
Festival Gnaoua de Essauira, Festival de Música Sagrada de
Fez, Jornadas Internacionales de Cine de Marrakech,
Encuentros Culturales de Asilah… Marruecos, puente de
culturas, busca de la mano de su joven soberano Mohamed VI
encardinarse en la moderna dinámica del mundo actual
ofreciendo, desde su tierra, frutos maduros y de calidad,
aptos para ser degustados por propios y extraños pese a que
en el camino se alcen, agriamente, voces insolentes,
dogmáticas y retrogradas por todos conocidas que,
procedentes de corrientes radicales, sectarias y extremistas
dentro del Islam, intentan ahogar con lecturas sesgadas y
oscurantistas del Corán estas innegables muestras culturales
de tolerancia y buen gusto que el pueblo marroquí, abierto
de por sí, ofrece generosamente para el disfrute de sus
propios hijos y de la numerosa comunidad extranjera, turista
y residente, que vive hoy en estas tierras, compartiendo
sudores y alegrías, temores….. y esperanzas.
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