Estar en Soria y no recordar a Don
Antonio Machado es imposible. Y más si se cumplen los cien
años de su llegada a la Ciudad del Duero, una etapa decisiva
en su biografía y en su obra, (“esta ¡Soria fría, Soria
pura, cabeza de Extremadura, con tu castillo roquero,
arruinado sobre el Duero…”). Por doquier abundan los
recuerdos, el Olmo Viejo (“antes que te derribe, olmo del
Duero/ con su hacha el leñador y el/ carpintero…”), el
camposanto donde reposa Leonor (“su esposa breve y musa
permanente”) cuya muerte provoca la salida de Soria del
poeta que, como diría Gerardo Diego, “… allá va Antonio
Machado/ mas a rastras que de costumbre…”/, la Iglesia del
Almenar, donde se celebró el bautizo de su esposa; la
Iglesia de Santo Domingo la más armónica del siglo XII según
dicen; el instituto de Enseñanza Media, donde dio sus clases
y en cuya fachada se ven párrafos poéticos de Machado.
Los sorianos, para perpetuar la memoria del insigne poeta,
han organizado la I Velada Poética, “a Orillas de Machado”,
que se llevó a cabo por la Comisión Nacional creada al
efecto el pasado quince del actual mes en el Casino de
Soria, con la participación de reconocidos poetas
contemporáneos (Alfonso Armada, Maria Ángeles Maeso, Juan
Carlos Mestre, Santiago Bolaños, etc.) a la que seguirán
veladas poéticas en los meses de septiembre y octubre
próximos.
En esta tierra de Soria, “árida y fría”, de respiración
machadiana, no es difícil, como hemos dicho, rememorar
pasajes de la vida de Don Antonio y, entre ellos, aquellos
que hacen concebir como desde “una infancia de recuerdos de
Sevilla” nos empapa, con su lírica e inolvidables poemas,
del carácter de sus gentes, del paisaje soriano o, en una
palabra: “de amar los mundos sutiles” (“Amanecer de Otoño”,
“Campos de Soria”, “El mañana efímero” y otros o, quizás,
los mas conocidos como “La Saeta”, “Las Moscas”, “Retrato”,
etc. popularizados por el insigne canta-autor Juan Manuel
Serrat).
Hemos estado a los pies del “Olmo Seco” (“hendido por el
rayo y en su mitad podrido”), contemplado como el pueblo se
ha encargado de que no desaparezca inyectando en él nuevos
productos y empleando modernas técnicas para mantenerlo
enhiesto; recorrido las vetustas calles de Soria
empapándonos de “la Ciudad del Poeta” de ¡”Colinas
plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas, por donde
traza el Duero su curva de ballesta…”! y sus edificios
restaurados para conseguir su antiguo estado. Hemos,
también, andado por los nuevos parajes de la Soria moderna,
que será por aquello de los albores del estío, nos ha
recibido, aun sin un mar donde reflejar su cielo, con una
luz que nos parece africana.
D. Antonio Machado se merece el reconocimiento público por
su obra poética y su vida consagrada a la enseñanza, y
Soria, por lo que hemos podido ver, así lo viene demostrando
con las constantes muestras de aprecio que sus ciudadanos
dejan plasmadas en sus calles, instituciones y actos que
rememoran continuamente a tan insigne poeta.
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