Las imprudentes palabras del
presidente Bush (otro integrista “iluminado”, como el
fascioislamista iraní Ahmadinejad o el talentoso “progre”
Rodríguez Zapatero, cada uno en su estilo) el pasado 9 de
junio en Roma (un día antes de viajar a Albania), pidiendo a
la comunidad internacional “una rápida independencia para
Kosovo” instando a su fin como provincia serbia (si bien
desde el fin de la guerra hace ocho años, bajo
administración interina de la ONU vigilada por la OTAN), han
podido abrir la Caja de Pandora de nacionalismos irredentos
a lo largo del Viejo Continente, así como atizar las ya
complejas relaciones de la nueva Rusia con sus áreas de
influencia: desde Moldavia a Osetia del Sur, pasando por
Georgia, Abjasia, Azerbaiyán y Nagorno Karabaj, entre otros.
Además, la independencia -pactada- de Kosovo solo sería
posible mediante un forzado encaje en el Derecho
Internacional vigente, pues nunca hasta ahora las Naciones
Unidas habían avalado la secesión de una parte del
territorio de las fronteras de un estado soberano
internacionalmente reconocido. Como compensación, a Serbia
se le promete -a toro pasado-el ingreso en la Unión Europea
y en su sistema defensivo (OTAN), en lo que supondría una
bofetada interpuesta a su “protector” ruso. Digamos de paso
que Rusia puede emplear, legítimamente, el derecho de veto
en la Asamblea General de la ONU bloqueando, “sine die”, el
proceso.
Si ya en la pasada cumbre alemana del G8 poco se había
avanzado en lo referente a la crisis aun no cerrada de los
Balcanes, la declaración de Bush (posteriormente ratificada
en Tirana) puede precipitar el irredentismo de la provincia
serbia de Kosovo, donde el 40% de la población albano-kosovar
(de religión musulmana, 90% de entre un total de dos
millones de habitantes) ya ha amenazado con independizarse
por su cuenta y riesgo, según un sondeo del PNUD (Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo) dado a conocer el
miércoles día 13 en Pristina y en el que, según se advierte,
sobre doce mil albano-kosovares estarían dispuestos a
recurrir a la violencia (acciones terroristas incluídas),
que se abatiría inmisericorde sobre una marginada y
amenazada minoría serbia que aun resiste, en su tierra, bajo
la protección de las fuerzas militares de la OTAN y que,
presumiblemente, tendría que hacer las maletas huyendo a
Serbia en un doloroso proceso más de una vergonzosa
“limpieza étnica” avalada, en este caso, por la complaciente
legislación internacional y bajo la indiferente mirada del
resto de países europeos.
Con ser ello grave, la opinión de Bush puede además inducir
una deriva secesionista en una Europa aun por “soldar”,
sentando un peligroso precedente que no dejaría de ser
invocado por los representantes del nacionalismo
chauvinista, desnortado y excluyente, del Reino Unido
(Escocia), Francia (Córcega) y, sobre todo, Cataluña y País
Vasco en España, a la vez que “abriría” otros posibilidades
para el futuro de Ceuta y Melilla, Ciudades Autónomas que
podrían alcanzar un desenlace -madurando las condiciones
objetivas- en el histórico contencioso con Marruecos a
través de la figura jurídica de un condominio. Al menos eso
es con lo que especulan algunas mentes… tanto en Madrid como
en Rabat, digo.
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