La entrevista fue considerada,
durante mucho tiempo, un género menor del periodismo. Grave
error. Puesto que todos los géneros son grandes o chicos
dependiendo si están bien o mal hechos. Decía Cela
que los entrevistados debían cobrar más dineros que los
inquisidores. Y, además, exigía que el entrevistador tuviera
más que aprendido el oficio. De no ser así, se negaba a
recibirlos.
Cuando decidí escribir en periódicos, las entrevistas
ocuparon un lugar preferente en mi tarea diaria. Reconozco
que me dieron la oportunidad de conocer mejor a las personas
y, sobre todo, me ayudaron muchísimo a familiarizarme con
los diálogos.
Verdad es que yo accedí al género con cierta ventaja: antes
de ser entrevistador había sido entrevistado muchas veces,
durante innumerables años. Dada mi profesión anterior. Y
siempre tuve claro que no hay preguntas impertinentes, sino
respuestas adecuadas.
Válgame el siguiente ejemplo: jugó la Agrupación Deportiva
Ceuta en el antiguo Marqués de Varela, frente al San
Fernando, conmigo de entrenador. Finalizado el partido,
acudí a la conferencia de prensa. Allí estaban todos los
medios de la provincia, porque el encuentro había despertado
expectación.
Empezó preguntando el redactor jefe de deportes del Diario
de Cádiz:
-¿De quién siente celos Manolo de la Torre?
Mi contestación fue tan improvisada como rápida y rotunda:
-De esa mujer casada que se acuesta conmigo y también con su
marido...
Recuerdo que en aquella sala de prensa, antiestética por
falta de espacio y limpieza, se hizo un silencio sepulcral.
Los periodistas, que eran muchos, desistieron de continuar
su labor. De aquello fue testigo Jorbi Avalos.
Periodista deportivo en aquellos años. Y, por tanto,
escribidor de lo sucedido en el periódico para el cual
prestaba sus servicios.
Como entrevistador podría contar variadas y sustanciosas
anécdotas, pero me quedo con una que se produjo en el
despacho del presidente de la Ciudad. A quien he
entrevistado dos veces. En la segunda, tras acordar con él
la cita para dialogar, pactamos que se la leería antes de
ser publicada. Y así fue.
En aquel momento acompañaban al presidente dos asesores. Y
en plena lectura de las preguntas y respuestas, aceptadas
muy bien por Juan Vivas, apareció algo relacionado
con la invasión de Perejil. Y cuando me disponía a pasar a
la siguiente pregunta, un asesor me interrumpió para pedirme
que volviera a leer lo concerniente al desembarco en el
islote. Atendida su petición, se expresó así:
-Ahí convendría decir que nos quedamos cortos en las
acciones emprendidas...
Aclarando: la opinión del asesor fue la referida, pero a lo
bruto. Sin embargo, no la reproduzco fielmente porque la
verdad desnuda es muy incómoda. Y no veo razón alguna que me
impida vestirla con ropajes eufemísticos. Lo que si afirmo
es que de la boca del presidente salió una repuesta negativa
a la par que su mirada inteligente, aunque dura como el
pedernal, se paseó por la faz del tonto con la pretensión de
fulminarlo.
Días atrás, otro tonto, con deseos de hacerse notar
diariamente en la prensa, me tachaba de mentiroso por haber
escrito, crudamente, lo que piensa el presidente de la
Ciudad sobre él. Alegando que se lo había preguntado a Juan
Vivas y que éste lo había negado. Como si JV, conocedor de
lo duro que es decir la verdad encuerada, fuera a
responderle con ella.
Ahora bien, de las cuentas de la Federación de Fútbol de
Ceuta, sigue el escribano sin hablar ni pío. Esas, las
cuentas, sólo Dios debe saberlas. Actitud ejemplar.
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