Joan Laporta, presidente del
Fútbol Club Barcelona al término del último encuentro de
liga que enfrentó a su equipo contra el Gimnástico de
Tarragona y en el que, a pesar de la victoria por 1-5 su
conjunto no logró el Campeonato de Liga achacó la no
consecución del título a la falta de “ilusión, de compromiso
y de profesionalidad” de los componentes de la plantilla.
Elegantemente, eso sí, ha felicitado al Real Madrid por su
triunfo que, quiérase o no, se ha merecido por su actuación
a lo largo de la temporada, en comparación con las
actuaciones del Fútbol Club Barcelona y, principalmente, la
irregular marcha en su estadio con resultados que nunca
debieron producirse (cinco empates con los modestos equipos
si los comparamos en presupuestos Betis, Deportivo, Getafe,
Levante y Osasuna) lo que, de haber cumplido con la lógica,
se habría imputado diez puntos más en su clasificación,
suficientes para “darse un paseo” por la Liga Nacional del
Fútbol en su Primera Categoría.
No caben ahora lágrimas al estilo de Boaddil con la pérdida
de Granada. Es llegada la hora de hacer una recapitulación
de hechos y adoptar las medidas necesarias para que no
vuelvan a repetirse los mismos. Y estos hechos han quedado
muy bien catalogados por el presidente de la entidad, al
expresar la falta de “ilusión” (que nunca debe faltar a un
deportista que tiene un respaldo de una afición de millones
de personas, no solo en Cataluña y España, sino también en
el extranjero, que siguen con verdadera atención y aprecio
las evoluciones del equipo); la obligación contraída o
“compromiso” (que pudiéramos llamar responsabilidad de sus
jugadores por la falta de cumplimiento en lo que a entrega y
dedicación se refiere) y de “profesionalidad” (que no ha
ejercido la plantilla con relevante capacidad ni aplicación
en su cometido principalmente en lo que a celo y total
dedicación se ha podido apreciar a lo largo de toda la
temporada).
Hace falta, pues, un injerto de humildad y, al mismo tiempo,
de formalidad, por parte de la directiva a la plantilla,
para lograr una óptima contraprestación de servicios pues,
que sepamos, el club catalán corresponde religiosamente a
las estipulaciones contractuales que, en lo económico,
harían la dicha de miles de profesionales de otras
ocupaciones, aun cuando en algunos casos todavía no se sabe
hasta donde llegan en este aspecto las apetencias de cierta
parte de la plantilla, pongamos el caso de Ronaldinho, que
continuamente reclama el incremento de honorarios pero, en
cambio, salvo algunas genialidades, no se le ve en el campo
la entrega y, parece ser, que en los entrenamientos tampoco.
El Barça es un gran Club y, como tal, debe manifestarse ante
su afición y forma parte de las servidumbres del cargo de
sus directivos, especialmente de la presidencia, el lograr
una plantilla, aparte de excelente categoría profesional, de
máximo rendimiento y entrega para los logros que se le
supone debe conseguir cada temporada y si no lo entienden
así, que busquen comparaciones con el modesto Sevilla C.F.,
que ha personificado la máxima expresada por Joan Laporta de
“ilusión, compromiso y profesionalidad” y que, de seguro por
ello, ha sido considerado en la anterior temporada como el
mejor equipo del mundo.
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