Albricias, Madrid! Por haber
conquistado el trigésimo título de Liga. Una hazaña, sin
duda, que ha sido posible gracias a la experiencia de
Fabio Capello: a quien la prensa madrileña maltrató nada
más llegar al Bernabeú. Un entrenador que ha sido perseguido
con saña durante toda la temporada.
Lo que le ha ocurrido al técnico italiano es prueba evidente
de que la prensa futbolística, en España, está manejada por
periodistas, habrá excepciones, cuya ignorancia supina de
este deporte les hace decir paridas inconcebibles. Crasas
sandeces que unidas a la mala fe motivada por la tirria que
le tienen a Capello, terminaron siendo críticas
encanalladas.
Junto a esos periodistas no podían faltar las voces de
profesionales que se han dado en llamar exquisitos: de
quienes son abanderados Valdano y Cappa. Ambos
nos hablan siempre de un fútbol en el cual sus intérpretes
han de moverse sobre el césped como si fueran celebradas
figuras de ballet. Para ellos, personajes pertenecientes a
esa especie argentina dispuesta en todo momento a fantasear,
Guti es el arquetipo de jugador que ha de primar en
el Madrid.
Con esa tabarra, es decir, con la que Valdano y Cappa han
venido dando acerca de que nunca sucederá nada en el campo
si no está Guti en él, trataban de demostrarle a los
aficionados que Fabio Capello detestaba el buen fútbol. Que
el italiano sólo basaba el juego en el estilo directo. Y de
esa manera, sin elaboración, el equipo jamás ganaría nada.
Un discurso que al ir perdiendo consistencia por las
espantadas del tal Gutiérrez, como su paseo por el césped
del Bernabéu ante el Bayern Múnich y otras barrabasadas por
el estilo, les hicieron mirar hacia el recién llegado
Gago. Y pidieron que alrededor de éste se fraguara todo
el juego blanco. O sea, que un Gago cansado y falto de
ritmo, aunque buen jugador, debía ser la piedra angular de
un Madrid que hiciera del taca-taca su santo y seña. A lo
que tampoco accedió el italiano. Y las criticas arreciaron
con más ferocidad.
Menos mal que Capello, curtido en mil batallas, callaba y se
tragaba todos los sapos habidos y por haber. Y al ser
consciente el italiano de la irregularidad de Guti, de su
falta de equilibrio emocional, y sobre todo de que es
incapaz de eludir un marcaje cuando los rivales están
físicamente fuertes, no se dejaba amilanar y sólo acudía a
él en los momentos adecuados. Momentos en los que Guti era
glorificado por un buen pase o por la culminación de una
jugada brillante. Ahora bien, cuando no aportaba nada sólo
se decía de él que no tenía su día o que su marcador era
implacable en su cometido.
Lo explicado, así por encima, ha sido la nota predominante
de la prensa: todos contra Fabio Cappelo y, por supuesto,
contra ciertos jugadores: Diarra, Emerson,
Cannavaro... Y defensa a ultranza de algunos futbolistas
que llevaban tres temporadas sin ganar nada y que, además,
carecían ya de ese espíritu de lucha y de esa fe
inquebrantable que eran las credenciales del Madrid.
Frente al Mallorca el Madrid volvió a partirse en dos, una
vez más. Lo cual es algo que ha venido siendo habitual en su
feudo. Y las razones son tan claras como posibles de
explicar otro día. Por consiguiente, estuvo a merced del
rival durante 66 minutos. 20 de ellos con Guti en el terreno
de juego. Un período de tiempo donde el equipo bermellón
pudo hacer el segundo gol y hasta se permitió el lujo de
jugar una especie de taca-taca que auspició su derrota.
A partir de entonces, el Madrid de Cappelo, en un cuarto de
hora vertiginoso, puso el Bernabéu boca abajo y se adjudicó
la Liga. Ramón Calderón, sin embargo, parece estar de
parte de los exquisitos. Hay gente pató...
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