Ayer me acerqué, acompañando a la
“iglesia viva” de Martil (el director del centro Lerchundi,
un estudiante guineano y varias monjas francesas), a la
Ordenación Episcopal del nuevo representante de la Iglesia
Católica en Tánger, Monseñor Santiago Agrelo Martínez, que
sustituía al fin (no anduvo muy rápido de reflejos el Estado
del Vaticano) a monseñor Antonio Peteiro, a quien una grave
enfermedad obligó a dejar el cargo, hace ya unos años. La
Catedral de Tánger -un edificio funcional por fuera, pero
con encanto interior y unas cristaleras que, si bien no son
las de la “Pulcra Leonina” tienen una moderna belleza- se
encontraba a rebosar, calculo cerca de mil personas, venidas
de todo Marruecos y España, pues solo desde Ceuta se acercó
una comitiva de tres autobuses presidida por el Vicario,
Francisco Correro y que siguieron devotamente una ceremonia
que duró tres horas, rompiendo a aplaudir en varias
ocasiones. De la ciudad hermana de Melilla vino una pequeña
representación, a la que acompañó desde Nador el padre
Darío. También se encontraban, como no podía ser menos, los
titulares de los consulados de Tánger y Tetuán así la
comunidad católica guineana, formada por universitarios, que
puso una calida nota de color con sus cantos y folklore.
Un importante acto religioso por su contenido y por su
continente puesto que, con el debido boato, el Vaticano se
decidió por fin a cubrir una plaza que se resentía de la
falta de una cabeza espiritual, llegando a especularse en
ciertos medios con la desaparición de la misma y su
absorción por el arzobispado de Rabat. El acto, al que
asistieron numerosos obispos españoles y casi la totalidad
del clero existente en el norte de Marruecos, fue presidido
por el Nuncio de su Santidad en Marruecos, monseñor Antonio
Sozzo, el arzobispo de Rabat y Presidente de la Conferencia
Episcopal Regional del Norte de Africa, monseñor Vincent
Landel, así como el español Cardenal Arzobispo de Sevilla,
Carlos Amigo Vallejo quien, hace tiempo, estuvo también al
frente del arzobispado de Tánger. Lamentablemente una
columna no tiene mucho espacio para la noticia, pero si
quisiera transmitirles mi opinión: el nuevo arzobispo,
gallego de pro y que, según sus palabras, “entré con once
años al seminario, no con vocación pero sí decidido”, parece
ser en una primera impresión una persona sensata pero
enérgica, expresó su total entrega advirtiendo no obstante a
su feligresía que les iba a exigir “el compromiso
evangélico”, dispuesto él mismo a ser “una ayuda incómoda”.
A lo largo de su sentida alocución, monseñor Agrelo no dejó
de emocionarse vivamente en dos ocasiones. Fue un fin de
semana entretenido (con chapuzón en la playa incluído a
última hora), aunque de haber podido no me hubiera importado
saltar el Estrecho y darme un garbeo por Algeciras, seguro
que también me lo hubiera pasado muy bien aprendiendo cosas
sobre la “daw´a”…..y, sobre todo, analizando sus entretelas.
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