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sociedad - LUNES, 18 DE JUNIO DE 2007


taller de costura. archivo.

reportaje / diez años del taller bordado miguel hernández
 

Ceuta enriquece su patrimonio
a base de puntadas de oro

Los 50 alumnos del taller bordan cada curso
cerca de una veintena de reposteros.
Cofradías, Instituciones o el Ejército son los que más encargan
 

CEUTA
David F. Pascual

davidfpascual
@elpueblodeceuta.com

El taller de bordado en oro, uno de los módulos de Formación Profesional más característicos de Ceuta y que ha trascendido más allá de la enseñanza y la formación cumple diez años. El actual monitor del taller, Miguel Ángel López, y el director del centro donde se imparte, el Centro de Educación para Adultos Miguel Hernández, Ernesto Arias, aún recuerdan que fue José Durán Ambel el artífice de la implantación del bordado en oro en Ceuta.

Lo que en principio fue una aventura de un docente enganchado por la costura es hoy uno de los talleres más solidos de Ceuta dentro de los Programas de Garantía Social. En total, unos cincuenta adultos de la ciudad forman parte del taller que de lunes a viernes y en tres turnos diferenciados trabaja en el Miguel Hernández.

El arte del repostero

Para los de fuera lo que realizan los alumnos del taller de bordado son eso, bordados, o telares, pero el verdadero nombre de estos es el de reposteros. El director del centro, Ernesto Arias nos explica el origen de la palabra y su significado. “Repostero viene porque es un elemento que se exhibe y que se suele colgar. Es una palabra que etimológicamente proviene de lo eclesiástico, del horror vacui, de rellenar un espacio vacío”, concluyó.

Los hay de múltiples tamaños aunque estos los sitúan en grandes y pequeños. Según el monitor del taller, cada curso los 5o alumnos consiguen elaborar entre dos o tres reposteros de los considerados grandes y una quincena de los pequeños.

Gran demanda

Entrar en los talleres de bordado en oro es cada año una misión casi imposible. “Estos cursos tienen una gran demanda, explicó Arias, y no podemos hacer mucho por una cuestión de espacio y tiempo no caben más de 50 alumnos”.

Una vez dentro lo normal es continuar varios años. Así, en su mayor parte el taller está formado por personas con cierta continuidad. “El bordado es una técnica que engancha y no es difícil de aprender”, agregó el director del Miguel Hernández.

A parte de su objetivo formador, Arias destacó que estos talleres en concreto tienen una visión “socializadora”. El bordado es una actividad que permite intimar y que haya contacto humano mientras se realiza y como son personas de edades similares y gustos coincidentes se suele trabar mucha amistad durante las clases.

Las clases del taller de bordado bien podrían ser el primer paso para la creación de una empresa, tal y como explicó el director del centro. “Es un empujón que podría tener su repercusión porque si se montara una cooperativa de bordado se podría sacar un buen dinero”, matizó.

Quizás es el carácter de entretenimiento o hobby que tiene la costura el que hace que estas personas no se animen a dar el paso definitivo.

Los encargos

A comienzo de cada curso el taller recibe decenas de encargos procedentes de entes religiosos como cofradías, militares como el Ejército, o civiles como la administración o los institutos de la ciudad.

Una vez se presupuestan los encargos, toca diseñar el logo y adquirir los materiales. Los materiales es el único pago que ha de realizar el que encarga ya que ni los alumnos ni el taller cobran por la mano de obra prestada. “Al no cobrar por el trabajo, el coste de la pieza está fuera del mercado”, afirmó López.

Así, según sus cálculos, el precio de un repostero grande en el mercado oscila entre el millón y medio y los dos millones de pesetas, dependiendo del bordado central. Mientras que aquí, sin contar la mano de obra no cuesta más de 200.000 o 300.000 pesetas. De este modo, la contribución de los alumnos del taller al patrimonio de las instituciones y la ciudad es incalculable.

Las cofradías, la Ciudad, el MEC o el Ejército pueden dar buena cuenta de ello.
 


Arias: “El nivel de los bordados es buenísimo, sin exagerar”

Sólo dos centros en toda España cuentan con talleres de bordado de características similares a las de Ceuta. Así pues, la actividad formativa que se imparte en la ciudad es de las pioneras a nivel nacional. Y no sólo eso, además puede situarse como la que marca la pauta al resto. O al menos eso considera el director del Miguel Hernández, Ernesto Arias.

“No es porque sea mi centro pero el nivel de los bordados de mis alumnos es buenísimo, y sin exagerar”, sentenció. Son palabras dichas con conocimiento de causa ya que anualmente tiene la oportunidad de visitar los centros de Sevilla y Toledo y comprobar in situ los trabajaos allí realizados. Por si este taller era poco conocido, recibió un amplio espaldarazo el pasado mes de mayo durante la celebración de la Muestra de Formación Profesional del Muralla donde fue ampliamente publicitado.
 

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