Es el final de la enseñanza antes
de entrar en la universidad y por ello, esas pruebas del
quiero pero no es nada, traen a mal traer a aquellos alumnos
que deben pasarlas, pero que las dificultades no serán
tantas cuando el número de aprobados ronda siempre el 90%.
A lo largo de “mi corta experiencia” como docente, tan sólo
llevo 38 cursos dando clase en instituto, y sin haber estado
liberado ni un día en este tiempo, hemos pasado por varios
planes de estudios y cada uno de ellos ha ido con tendencia
a la baja.
A mí me hace gracia la actitud de ciertos “predicadores” en
materia docente cuando alaban y defienden lo indefendible
simplemente porque a ellos, con todo el pachangueo que se
organiza cada vez que hay un nuevo plan de estudios, les
suele ir bien, pero eso sí sin haber cogido tres semanas
seguidas la tiza, que todavía se usa.
Creo que yo he tenido suerte, y he tenido suerte porque
entré en una profesión que me gustaba, me sigue gustando y
me saldré de ella cuando la ley me diga que ya, por mi edad,
me tengo que ir. Hasta tanto estaré en el aula, hasta tanto
trabajaré en mi profesión y hasta ese momento diré que esta
prueba que se llama selectividad no selecciona nada, y que
si es preciso - que lo haría - hacer una prueba que cierre
el ciclo del bachillerato, para otro tipo de enseñanzas, que
se haga pero no como se viene haciendo hasta ahora.
A todos, a veces hasta al profesorado, puede venir bien este
tipo de pantomimas. Y es que , me dan un título y ya tengo
algo nuevo, dicen los alumnos, los padres lo que quieren es
que el hijo termine cuanto antes pero ¿ Terminar qué?. Si es
el bachillerato encantado, pero si es el paso primero para
encarar luego una carrera universitaria con solvencia ...,
eso es otro cantar.
Cuando se ha extendido tanto el síndrome de la titulitis
viene a terminar todo con que hay títulos que son papel
mojado, con lo que el fraude es doble, primero por no haber
partido de una base sólida, sino de una en la que el juego
predomina sobre la verdadera formación intelectual, y
segundo porque hay quien creía que con ese título ya podría
aspirar a muchas cosas, mientras que la realidad le va
demostrando que ese título le sirve para tenerlo colgado y
para poderse matricular, si no hay númerus clausus, en otros
estudios superiores.
Sea como sea, no vamos a ir ahora contra molinos de viento,
y si en la mente de los pensantes políticos, sean de talante
“progre” o de talante “más conservador”, lo que pretenden es
poder decir que este país tiene un elevado número de
personas tituladas, allá ellos.
Pero lo que no debemos olvidar es la frustración que viene
después cuando se intenta hacer una carrera de las
complicadas. Entonces vienen los lloros y los suspiros, al
caer en la cuenta de que se está en condiciones de poder
comenzar a saber estudiar, y a pocas cosas más.
A lo largo de los últimos 20 años he visto anuncios de
cursos de todos los pelajes para que aquellos que los
cursaban fueran acumulando puntos que servían casi para todo
y lo más curioso es que hay cursos o cursillos, para
docentes, que acarrean una renta mayor que una tesis
doctoral. Así se progresa.
La semana que viene, por lo que respecta a los alumnos de
Ceuta, tendrán que pasar esa selectividad, que mientras esté
en vigor no tendrán más remedio que superarla para seguir
sus estudios superiores.
Los últimos años, me refiero a Ceuta, y muy concretamente al
I.E.S. “Siete Colinas” los resultados han sido
extraordinarios, claro que luego en las distintas carreras
que han elegido, aquí igual que en todas partes, el porvenir
ha sido variopinto y frente a aquellos que no notaron el
salto del instituto a la universidad, están los que han
considerado que era imposible terminar un curso.
No debe extrañarnos esto, que a veces también sucedía con
planes más completos que los actuales, con bachilleratos más
serios. Y voviendo a nuestros días, esta semana exámens de
selectividad, la primera criba en los muchos años que llevan
estudiando, podríamos decir que por algo se comienza, pero
creo que mal.
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