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OPINIÓN - DOMINGO, 17 DE JUNIO DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Arqueología tetuaní
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Como broche a un curso un tanto desabrido y llevado a saltos, ayer a los 10.30 me vi echando la parpayuela con un grupo de profesores y alumnos del Centro Cultural “Lerchundi” de Martil, con su director Francisco Jiménez al frente, en salida de campo al museo arqueológico de Tetuán y posterior traslado a las ruinas del antiguo “castrum” de Tamuda, a las orillas del macizo del Gorghes.

El museo arqueológico, inaugurado durante el Protectorado el 19 de julio de 1.940 (un año después de la cruel guerra civil española), cuenta hoy día con un cuidado jardín rodeado de estelas, ánforas y dos bellos mosaicos, que se complementa en el interior con tres salas, pequeñas pero con materiales de gran calidad que van desde las brumas de la prehistoria -pasando por una excelente maqueta del cromlech de M´zora- a la invasión árabe. Solo la visualización de los magníficos mosaicos de época romana (procedentes de Lisux, junto a Larache) que el museo atesora justifican su visita. Anímense. El museo está muy céntrico, al lado de la plaza Al-Jala (en las cercanías del Mechuar), está abierto de lunes a viernes por la mañana y por la tarde y la entrada es de 10 dirham (apenas 1 euro). En cuanto a Tamuda, da dolor ver el abandonado estado en que se encuentra: situada a 5 kms. de Tetuán, en la ruta de Xauen, tan solo algunos lienzos de su muro defensivo, restos de las torres circulares y el emplazamiento de las termas son visibles hoy día. La primitiva ocupación fénico-púnica se remonta al siglo III antes de la Era Común; floreciente ciudadela comercial en el siglo II cuyo nombre se derivaría del río que lame sus cimientos (“flumen tamudae”, citan las fuentes antiguas), quedó devastada como otros lugares del norte de Marruecos por un incendio inducido hacia finales del siglo I antes de la Era Común. Vuelta a destruir por las legiones romanas tras la revuelta de Aedemon en la ocupación de la Tingitana (hacia el año 40 de la Era Común), fue reconstruida y fortificada en el siglo II, reforzándose sus defensas al final del siglo III. Probablemente -como apunta el arqueólogo Noé Villaverde-, en Tamuda debieron estar acantonadas unidades militares hasta el año 400 de nuestra era.

Entre la variada humanidad que componíamos el grupo -marroquíes, españoles de cada esquina y hasta un alemán- surgieron, como no, preguntas e interrogantes. Por mi parte me limité a sugerir y a recomendar una metodología -acompañado de una mínima bibliografía-, empleando un discurso estrictamente cartesiano, intentando comunicar a nuestros amigos marroquíes a la vista del rico patrimonio arqueológico la necesidad de revisar, en el nuevo contexto de diálogo de culturas, los conceptos de “djâhiliya” (ignorancia) y “fatiha” (apertura, pues el Islam nunca “conquista”…), así como el proceso de “hominización”. A una de sus preguntas contesté con una atinada cita del gran historiador H. Pirenne, de la que extracto unas líneas: “La religión y el idioma constituyen la aportación árabe a la civilización musulmana”.
 

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