Es una fecha clave, y muy
significativa, para los que hemos pasado de los 50 años. Era
el 15 de junio de 1977, y por primera vez podíamos ir a
votar libremente, quienes ya no éramos unos niños, pero a
quienes, hasta entonces, no se nos había presentado la
ocasión de elegir a nuestros representantes.
El 15- J era el día de la ilusión, a mí al menos me hizo
mucha. Hacía menos de un año que el Rey había nombrado
presidente del Gobierno a Adolfo Suárez y este, en su
primera manifestación como presidente, prometió que en menos
de un año convocaría elecciones a Cortes, y las convocó.
Suárez era un hombre de palabra.
No era una etapa muy fácil para el presidente Suárez, como
no lo fue ninguno de los días que estuvo al frente del
ejecutivo, pero su raza, su visión de la realidad y los
deseos de que España se convirtiera en un país moderno, hizo
que no escatimara esfuerzos y, luchando contra viento y
marea, hizo todo para que ese día el pueblo español se
manifestara ante las urnas.
Ni que decir tiene que Adolfo Suárez, con su UCD ganó las
elecciones, pero no por mayoría absoluta, por lo que tuvo
que negociar, como un veradero hombre de Estado que era,
para poder formar gobierno, y para que un año y medio
después tuvieramos una Constitución que ponía en marcha, de
verdad, la etapa democrática de España, tras muchos años de
otro sistema muy distinto a una democracia verdadera
A pesar del talante dialogante y a pesar de que, ha quedado
demostrado, le movía por encima de todo el que España fuera
otra muy distinta de lo que había sido, a Suárez se le
ponían zancadillas por todas partes:
Por la derecha los Blas Piñar y compañía veían en él al
demonio, Fraga Iribarne, dirigiendo AP, y que no logró un
tercio de lo esperado, no podía tolerar que un joven
advenedizo le hubiera desplazado de un puesto que el
ansiaba.
Por la izquierda, Carrillo y Pasionaria, a pesar de que
Suárez arriesgó su prestigio y su propia vida el día que
reconoció al PC, le zarandeaban de lo lindo. Felipe González
y sobre todo Alfonso Guerra se ensañaban con él.
Pero todo esto que podía considerarse normal era poco con lo
que tenía en su propio grupo, no digo partido, porque UCD
nunca fue un partido político, era un amasijo de siglas y
cada grupete quería mandar, los unos porque habían aportado
dinero, los otros porque tenían votos y algunos como Óscar
Alzaga porque su tendencia incendiaria le llevaba a hacer
saltar por los aires todo lo que estaba junto a él.
Aun así, haciendo concesiones, a los de casa y a los de
fuera, fue capaz de poder presentar una Constitución que
aprobada en referendum el 6 de diciembre de 1978 y
sancionada por el Rey 20 días más tarde, ponía en
circulación un país que ya era democrático.
Por todo esto, creo que el 15 J debe ser tenida en cuenta
como una fecha emblemática para los que vivimos aquella
etapa, no como la fecha de unas simples elecciones a Cortes
cualquiera, sino como la fecha que ponía en acción a todos
los políticos de buena voluntad y de sentido para que entre
todos, haciendo concesiones los unos y también los otros,
tuvieramos algo de donde partir para dejar atrás esa serie
de años en los que España era “otra cosa” que se
interpretaba y se enjuiciaba según el sentir de las
creencias.
Y es que, las elecciones habían quedado atrás, con una
cartelería por las calles como jamás he visto, y como no
podíamos sospechar cinco años antes que los famosos “grises”
( así es como llamabamos los estudiantes a la policía
armada) iban a estar defendiendo y protegiendo a los
Carrillo, Pasionaria, González y otros más.
A lo largo de la campaña electoral era algo inusitado para
nosostros, todavía jóvenes. No nos lo creíamos,
alucinábamos, pero era así, y habíamos llegado a esa
situación porque dos hombres jóvenes, el Rey y Adolfo Suárez
se habían decidido a dar la vuelta al país.
Esto tan bonito y casi de cuento sucedió hace treinta años.
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