Los nacionalismos no son más que
aldeanismos en su grado más puro. Son como esos pequeños
pueblos, de escasos habitantes, que discuten con los del
pueblo de al lado, sobre la cantidad de cohetes que, cada
uno de ellos, han lanzado al aire en sus fiestas patronales.
Estos aldeanos, cosa lógica, siempre manifiestan que su
pueblo es el mejor del mundo y que el año pasado, por sus
fiestas patronales, lazaron al aire tres cohetes, mientas
los del pueblo de al lado sólo lanzaron dos, y uno de ellos
ni llegó a estallar. Y ni te cuento, serrana del alma, si
por un casual han llegado a poner un par de floreros en la
plaza de uno de los pueblos y en las del otro nada. Eso,
como referencia de que son mejores, es la relerches en
bicicleta.
Los nacionalismos, esos aldeanismos en su más puro grado son
regimenes caducos y trasnochados que nada aportan a la
sociedad, sino sólo el beneficio de unos pocos,
aprovechándose del analfabetismo existente entre sus
seguidores.
Les hablan, a todos estos seguidores de cortitas luces
cerebrales, de lo importante que sería conseguir la
independencia del país al que pertenecen y del cual viven.
Porque esa independencia les llevarías, sin lugar a dudas, a
un altísimo nivel de vida muy superior al resto del país. Un
país al que, según todos estos aldeanos, ellos le dan mucho
más de lo que reciben. Vamos, para hacernos un idea, en
cuanto se consiga la independencia, van a amarrar los perros
con longanizas. Primera mentira que les cuentan a esos
pobres aldeanos.
Seguidamente, para darle más emoción a sus palabras, ante
estos pobres aldeanos, les hablan de la importancia que
tiene el uso de su lengua. Claro que, después, cuando hacen
entrevistas por las calles, al pueblo llano, todos hablan en
castellano menos aquellos que serán los beneficiados del
cuento.
A ello hay que añadir la parte más importante, el odio desde
pequeñito a todo lo que huela a España ocultándoles, por
supuesto, que en infinidad de ocasiones han tenido que
acudir a ese país que odian para que les saque del
atolladero y de la miseria a la que por se odio del
aldeanismo se veían sometidos. Y que conste, en acta, lo
fácil que es comprobar cuanto estamos diciendo con,
simplemente, echarle un vistazo a la historia, a la
verdadera historia, no a las que se han inventado los cuatro
aprovechados de turno. Por pura lógica, esa historia, la de
verdad, no la inventada, jamás se la contarán a esos niños,
porque se les vendría abajo todas las mentiras en las que se
basan todos los aprovechados.
Si algún día, por esas casualidades que tiene la vida,
llegasen a gobernar una ciudad estos comedores de coco a los
aldeanos, no les quepa la menor duda que esa ciudad se
convertiría en una república bananera con los listillos al
mando de ella viviendo, como decía la sabia de mí abuela: “a
cuerpo de rey”, mientas el pueblo ese que iba a vivir mejor
que en brazos se sentiría esclavizado y con más hambre que
un caracol en un espejo. Ahí es donde les quieren llevar
estos listillos, al hambre, la miseria y a un régimen
dictatorial del que será difícil escapar.
Por el bien de todos poco a poco, van perdiendo poder.
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