Se acerca la formación del nuevo
gobierno que nos ha de regir durante los próximos cuatro
años y como es natural, todos aquellos pelotas emboscados
que nunca dan la cara, intentarán forzar al presidente, a
que algún sobrino, primo o familiar suyo, tenga un
puestecito donde poder vivir del cuento durante cuatro años.
Nada importa, para estos emboscados, que el sobrino, primo o
familiar suyo, sea más nulo que el de una muñeca. Eso es
pecata minuta. El asunto está en buscarle las habichuelas
durante cuatro años, después Dios dirá.
Todos estos emboscados tienen la creencia que son, algo así,
como asesores del presidente al que, cada día, van a visitar
a su despacho para contarle los últimos chismes de la ciudad
y, sobre todo la táctica que debe emplear, en cada momento,
para salir triunfador de cuantas pegas les puedan poner.
Por principio, estos pelotas y lameculos emboscados, tienen
el pleno convencimiento de que, sin su asesoramiento el
presidente cometerá grandes errores políticos que le pueden
llevar al fracaso total de su gestión. Menos mal que están
ellos, que van todas los días al despacho a asesorarle de lo
que debe o no debe hacer ante determinados acontecimientos.
Para mearse y no echar una gota.
Lo más curiosos del caso, que todos ellos se creen ser
alguien de una vital importancia para el gobierno de la
ciudad y que sin esa colaboración que le prestan, al
presidente, éste no sería nada. O sea, con claridad
meridiana, para entendernos todos, tienen el pleno
convencimiento de que el presidente no tiene ni idea de cómo
se gobierna una ciudad. Los hay mamarrachos de altos vuelos
pero, todos estos, superan a los más adelantados. Vamos,
todos ellos, son cum laude en “mamarrachería”.
Teniendo en cuenta la gran labor que desarrollan, en los
asesoramientos al presidente, es por lo que creen que éste
está en la obligación de darle ese puesto, que ellos desean,
para su sobrino primo o algún que otro familiar. Nada les
importa a estos que, por cierto, son una jartá de buenos,
más que buenos me atrevería a decir santos, aunque la sabia
de mí abuela dijese aquello de: “santo que mea, maldito
sea”. Pues, como les decía, nada les importa a estos santos,
que son unos santos, que ese puesto, que ellos quieren para
su sobrino, primo o algún familiar, lo esté ocupando otro
señor que, además, está desarrollando en el miso una
magnifica labor. Pues, a pesar de ser tan buenos, ya digo
unos auténticos santos, que irán derechos al cielo por sus
rezos, confecciones y comuniones diarias, no tienen
inconveniente alguno en quitarle el puesto a quien sea,
aunque su competencia y su sabe estar para desarrollar las
funciones del mismos, sean muy superiores a esos familiares
suyos, auténticos analfabetos para le desarrollo de las
funciones del cargo.
Y harán más fuerzas para conseguirlo, si ello es posible,
cuando a sus enormes deseos se unan los deseos del amo de
querer arrebatarle el puesto a quien, en estos momentos, lo
ocupa de una forma magnifica. Sepulcros blanqueados.
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