De nuevo, el etarra sanguinario
Ignacio De Juana Chaos vuelve a ser noticia por el reto que,
otra vez, le plantea a Instituciones Penitenciarias, como
medio de presionar al Estado por su ‘situación’ de privación
de libertad. Desde que fue detenido en el último tercio de
la década de los ochenta no ha dejado de ser huésped de las
cárceles de su país, España.
En su particular periplo turístico y, como consecuencia de
la decisión estatal de la dispersión de los presos de ETA,
De Juana ha conocido varios centros penitenciarios desde
donde adoptó la misma postura de sátrapa artero medrando por
donde pasaba y haciendo gala de posición de mando en la
organización de delincuentes y asesinos. No dejaba pasar
cualquier tipo de amenaza, ni de jactarse de las noticias
provocadas por la acción asesina de los comandos etarras.
Con ese perfil de ‘retador’ llegó a Ceuta a finales de los
ochenta, paso más tarde por Las Palmas y finalmente por
Melilla antes de saltar a las penitenciarías de la
península. Pero nos interesa su paso por Ceuta, su estancia
en Los Rosales donde trató, siempre con amenazas, a los
funcionarios de prisisones.
De hecho, el objetivo de De Juana se fijó en un funcionario
ceutí que siempre le trató del modo frío con el que debe ser
tratado un elemento de tal calaña. Algo que no debió gustar
al ínclito asesino. Francisco Javier López García de Vinuesa
recibió amenaza verbal directamente de De Juana y poco
tiempo después, recibió un libro-bomba como cumplimiento
real de la palabra dada.
El trabajo de los funcionarios de prisiones de Ceuta siempre
es duro, pero en la década de los ochenta y en los inicios
de los noventa, pasaron por Los Rosales sanguinarios
protagonistas de la banda de terroristas. No sólo De Juana,
Estanislao Echaburu [hoy en día dirigente de una asociación
de apoyo a presos], Emiliano Viaña Valda, Carlos Gil García,
Jesús María Zabarte Arregui [el carnicero de Mondragón] o
Miguel Zarrasqueta fueron algunos de los ‘insignes’
huéspedes de Los Rosales.
En nuestra edición de hoy contamos la experiencia de García
de Vinuesa y su ‘encuentro’ con el terror de De Juana.
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