Hoy, a las 19.30 horas locales, el
profesor y arabista Rodolfo Gil Grimau disertará en la sede
del Instituto Cervantes de Tetuán sobre la señera figura
cervantina y su relación con el Islam, que Miguel de
Cervantes aborda tanto en “El Quijote” como en tres comedias
con trasunto biográfico redactadas en 1615 (“El gallardo
español”, “La Gran Sultana” y “Los baños de Argel”) y en las
que referencia un ambiente turco o morisco. No hace falta
confiarle al lector que haré lo posible por acercarme, tanto
por saludar al conferenciante al que hace años no veo como
por disfrutar de su amena y solvente intervención. Porque
como escribí hace dos años en “El Pueblo” (6 de febrero de
2005) en un amplio reportaje dedicado a este tema la
pregunta es si puede hacerse, desde parámetros islámicos,
una lectura iniciática sobre la prolija obra de Cervantes,
particularmente “El Quijote”. Algunos autores así lo creen y
esta tarde pretendo despejar algunas de las dudas que tengo
sobre el particular.
Son variadas las pistas que apuntan a un origen familiar
converso (¿judío, morisco?), que ya advirtieron tanto Lope
de Vega como, en unos mordaces versos, el antisemita
Quevedo. Por si fuera poco y como señalara Francisco Nieva
en 2004, “Cervantes, casado con una descendiente, reciente,
de conversos, tuvo que hacer alarde de su limpieza de
sangre, que no era tan limpia”. En esta línea solo un
“cristiano nuevo”, como bien pudiera serlo Cervantes, sería
capaz de la sutileza de llamar a Felipe II “El mayor Rey de
los Fieles”, expresión homónima castellanizada de “Emir Al
Muminin” (Príncipe de los Creyentes”) o que el prodigioso
vuelo de “Clavileño”, en palabras de Américo Castro, sea un
trasunto de la famosa “Escala de Mahoma”. Personajes
musulmanes brillan por doquier: desde la hermosa mora
Zoraida hasta Ana Félix, la bella morisca y arráez del
bergantín turco apresado a la altura de Barcelona, hija del
moro Ricote y fugada de Argel hacia España; la captura de la
galera “Sol” es descrita en “La Galatea” y “La española
inglesa”; e incluso en boca cervantina el inspirador de la
inmortal obra “El Quijote” bien pudiera haber sido el sabio
musulmán Sidi Hamete Benegeli.
¿Quién fue en verdad Cervantes…?. Porque su universal
criatura, el hidalgo Quijano, sí lo sabía y -como apuntó no
hace tanto el psiquiatra Castilla del Pino- además lo tenía
muy claro: “Yo sé quien soy”. Es pues posible rastrear
simpatías morunas en nuestro autor, si bien la batalla de
Lepanto y el largo cautiverio sufrido en Argel conforman una
sinergia que explicaría, finalmente, su negativa visión del
mundo islámico, como reivindicó en su momento la Generación
del 98. En cualquier caso yo me quedo con estas líneas,
espigadas de entre la copiosa obra cervantina: “La libertad,
Sancho, es uno de los más preciosos bienes que los cielos
dieron al hombre. Los tesoros que encierra la tierra y
guarda el mar no pueden igualarla”. Cervantes, el heroico
manco de Lepanto, escribió literatura basándose en su
azarosa vida: “A la guerra me lleva mi necesidad. Si tuviera
dinero, no fuera en verdad”.
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