La diplomacia te saca de un
problema en el que el tacto te hubiera evitado meterte”. Es
una cita que me viene que ni pintiparada para festejar la
manera que ha tenido Juan Vivas de afrontar el
problema que había pendiente con Mohamed Alí.
Un problema que surge cuando José Luis Morales, que
desdeña la diplomacia, le dijo al líder de la entonces UDCE
-no coligada aún con IU- lo que le vino en ganas y sin
pensárselo dos veces. Y se armó la tremolina. Puesto que MA
aprovechó el desenfreno verbal del asesor de la Presidencia
para ajustar cuentas pasadas. Empezando por la de no haber
podido obtener una vicepresidencia en la Mesa Rectora. De
manera que anunció a bombo y platillo que rompía las
relaciones institucionales con el PP.
Los populares saben que Mohamed Alí es un político a quien
no se le debe perder la cara. Sus dirigentes son conscientes
de que cuenta con aptitudes suficientes para desempeñar su
actividad política y le reconocen que ha aprendido lo suyo
en sus primeros cuatro años en la oposición. Lo que le ha
proporcionado un nuevo triunfo en las urnas. Obtenido además
sin la posibilidad de basarse en un clientelismo con la
botarga llena. ¡Menudo mérito!...
Juan Vivas, presidente electo, lleva muchos años procurando
no decir lo que piensa. Cuando lo que piensa podría dañar
severamente las relaciones entre ciudadanos de comunidades
diferentes y donde la susceptibilidad está siempre a flor de
piel. Aunque, en esta ocasión, lo primero que hizo es airear
públicamente que tampoco esta vez accedería a la petición de
Mohamed Alí en cuanto al deseo de éste de sentar en la mesa
Rectora a su socio político: Mohamed Haddu. Así,
conseguía de entrada que el visitante llegara a la
entrevista sin hacerse la menor ilusión al respecto.
Ahora bien, habiendo dejado muy claro Juan Vivas que la
cortesía la utiliza él cuando quiere y eligiendo también la
concesión, me imagino que en la reunión con Alí debieron
planear por el despacho de la Presidencia los modales
exquisitos desplegados por un hombre que todavía andará
entre nubes por cómo se le ha vuelto a entregar su pueblo en
las urnas.
De no haber sido así, o sea, de no haber derrochado JV
habilidad a raudales y buenas maneras, no me cabe la menor
duda de que el jefe de la oposición habría salido de la
entrevista bufando y clamando al cielo contra quienes
minimizan el poder que le han concedido a él sus votantes. Y
a partir de ese instante ya hubiésemos tenido sonando los
tambores de la discordia.
Mohamed Alí, de quien me habló muy bien Nicolás Fernández
Cucurull en su día, tampoco tiene un pelo de tonto. Y me
imagino que habrá echado sus cuentas cuando apenas queda un
año para que se celebren las elecciones generales. En
principio, naturalmente, lo fundamental es que se ha dado
cuenta de que enfrente hay un presidente tenido por ídolo. Y
contra las creencias de un pueblo no cabe más que adoptar la
postura del junco ante los vientos.
Luego se habrá preguntado muchas veces: ¿qué pasará si el PP
vuelve a ganar las elecciones generales y viene otro
delegado del Gobierno parecido a Luis Vicente Moro?
¿Cómo me será posible luchar contra dos poderes unidos bajo
la férrea disciplina que suele mostrar el PP en tales
menesteres?
Extraordinaria reflexión, que encaja perfectamente con la
forma de ser de Mohamed Alí, y que le puede permitir ir
creciendo en política sin perder un ápice de credibilidad e
interés ante los suyos; quiero decir ante sus votantes. Con
otra manera de proceder, y en vista de que la gente quiere
diálogo y tranquilidad absoluta, estaría abocado a ir
diluyéndose cual azucarillo en un vaso de agua. Enhorabuena,
pues, a Juan Vivas y a Mohamed Alí.
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