Mientras una revista británica ve
en Victoria Beckham un ejemplo para conseguirlo todo en la
vida, otros divisan en los números sombras de nuestra propia
vida cotidiana, por poner ejemplos actuales sobre la manera
de catar la existencia. Sin duda, la audacia del guerrero
juega su baza, unas veces haciéndose el idiota y otras
siéndolo de verdad. Imagínese ese día en el que ya no hay
más días para nosotros. Curiosamente, en ese laberinto de
números, los violentos hacen sus cábalas. Y, bajo el mismo
chismorreo, la furia del consumo nos quiere imponer un
fanático modo de triunfar que hace del ser humano un
verdadero figurín. Todos estos arrebatos que cimbrean sobre
la vida y sobre la libertad del ser humano, han crecido
sobre la mentira. Ni Victoria Beckkaam es un ideal, sino una
persona con sus defectos y virtudes; ni tampoco los dígitos
son nada sin el ser humano.
En todo caso, lo que viene pegando fuerte es el recurso de
los incompetentes, los endemoniados dioses del poder,
dispuestos a utilizar todo tipo de violencias para imponer
sus imágenes. Si por lo menos utilizasen los espejos del
arte para sus ocurrencias, en vez de los otros espejos,
estoy seguro que, tanto las proposiciones matemáticas como
las proposiciones de belleza, serían puro poema. En el
fondo, todo este cúmulo de visiones tienen un denominador
común: provocar desasosiego e incertidumbre.
Bajo el cheque del miedo se pierde todo crédito, ya uno no
sabe lo que es ni lo que quiere ser, se ha quedado sin
juicio para el discernimiento. Porque tan violencia es
intentar modificar nuestro comportamiento como recluirnos a
la nada. A los violentos les importa un rábano la vida, se
crecen cuando generan conflictos. Son sembradores del
terror, al que abonan con amenazas y chantajes. Liberarse de
ellos no es fácil, exige una buena dosis de paciencia y
templanza. Bajo sus redes, no hay justicia ni libertad. Para
empezar, hay que negarle todo los apoyos.
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