Visionando ayer por la noche en el
programa “Hormigas Blancas” el reportaje sobre el nuevo
“Ausente”, el ex Presidente Adolfo Suárez, volaron a mi
mente la actualidad de las palabras de Ortega y Gasset en
sus ‘Meditaciones del Quijote’. “Dios mío, ¿qué es España?”.
En lo que ahora me ocupa (después de haber dialogado esta
mañana con autoridades del país vecino, ansiosas y
expectantes cara a las negociaciones directas, “a cara de
perro”, entre Marruecos y el Polisario previstas para el
próximo 18 de junio en Nueva York), intuyo que el modelo
territorial español pactado en la Constitución de 1978 está
rompiendo aguas, agudizadas sus contradicciones internas
pues el bienintencionado hilvanado sobre el Estado de las
Autonomías no solo no ha resuelto los rescoldos que intentó
apagar, antes al contrario “ha favorecido las tendencias
secesionistas” en palabras de uno de los intelectuales
españoles más solventes del momento, Ignacio Sotelo, a las
que me sumo pues como advierte el refrán castellano “de
aquellos polvos vienen estos lodos”. En este caso un
auténtico y empantanado barrizal.
Con la ingenua fórmula del Gobierno de Suárez popularmente
conocida (y así pasó a la historia) “Café para todos”, con
la que se pretendió vanamente conjurar las tendencias
centrífugas de las nuevas “taifas” de España (otro rasgo que
compartimos con Marruecos, ¿común herencia beréber?), las
ambiciones de las oligarquías “de provincias” aliadas a la
deslealtad de la clase política de aquellos pagos nos ha ido
encaminando hacia un estrecho callejón malamente iluminado
por nuestra incardinación en la nueva Europea en la que,
tras el sangriento fiasco yugoslavo y salvo el peligroso
precedente que pueda desempeñar Kosovo, dudo que desde
Estrasburgo se permitiera la creación de un nuevo “Estadito”
en países de notoria historia como el Reino Unido, España o
la misma Francia, con sus tensiones corsas.
De hecho España hoy día es ya casi un vergonzante Estado
asimétrico y cuasifederal, en la que se ha roto
palmariamente uno de los principios constitucionales: la
igualdad de los españoles ante la ley. Dos referencias
finales a modo de guindas picantosas, la primera sobre
nuestra Ceuta, ciudad querida: “a más autonomía menos
españolidad…” ¿Capicci?. Y en cuanto al vecino Marruecos ya
lo advertí a mis cualificados interlocutores contestando a
una de sus preguntas: “no caigan en el error de su admirado
proceso político español. La unidad del Reino es reciente y
frágil, efecto colateral y gran obra, por cierto, del
Protectorado hispano-francés. Resultado del Sáhara a un
lado… en poco tiempo van a tener ustedes un serio problema
con el Rif”. Me miran corteses y serios, conocedores de tres
rasgos que me caracterizan: mi franqueza al hablar, suelo
saber lo que digo…. y conozco muy bien, pegado al terreno,
la bella, agreste, altiva y tumultuosa región de referencia.
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