Qué mal trago debe estar pasando José Luis Rodríguez
Zapatero. Se le ha juntado todo. El fracaso evidente en las
municipales-autonómicas [los españoles se han decantado por
el PP en número de sufragios] ha traído como consecuencia,
entre otras, la determinación práctica de ETA de poner fin
oficialmente a la ‘tregua’ pactada. Creído como lo estaba ZP
de poder ser el presidente del ‘talante’ capaz de acabar con
la dictadura del terror, la cruda realidad le ha llevado a
ver cómo tanto la oposición como las víctimas del terrorismo
llevaban razón. “Ha sido una tregua trampa necesaria, y
permitida, para que ETA se armase después de que el gobierno
Aznar la dejara casi en el estertor de la muerte”. Nunca
antes estuvo tan cerca, policialmente hablando, el fin de la
banda de asesinos. Tres años después Zapatero se ha
despertado del sueño ideal en el que, ficticiamente, ha
vivido en todo este tiempo.
Trajo corriendo a nuestras tropas de Irak, por la puerta de
atrás, sin importarle el deshonor y desprestigio
internacional que ello ocasionaba al estamento militar con
la consiguiente desubicación de España en el concierto
mundial. Algo que remendó con la presencia del ejército
español en Afganistán y en el Líbano, ahí es nada; dos
escenarios actualmente en grave conflicto bélico ¿?. Si
alguien encuentra alguna respuesta coherente, soy todo
oídos.
Pero no sólo el permanente interés por encumbrar a las
minorías en detrimento de las mayorías; no sólo por
preocuparse de un pasado traído forzadamente al presente
histórico sin ningún rumbo definido de futuro, ha propiciado
el desencanto de los que ahora han vuelto a creer en el
discurso de cohesión territorial de una España unida en un
proyecto común de convergencia económica y social, aún con
su pluralidad regional, pero basado en el equilibrio general
sin favorecer, por intereses políticos, a determinadas zonas
o regiones en detrimento de otras. Pero Zapatero, que ha
tenido la solvencia suficiente [haciendo uso de sus galones]
como para dar un serio puñetazo en la mesa monclovita, e
intentar salvar los muebles de la Federación Socialista
Madrileña, invitando a Simancas a la ‘jubilación’
precipitada, no ha tenido los mismos arrestos hacia una
Ejecutiva Regional manifiestamente fracasada como la de
Ceuta que, pese a ello, ha conseguido ‘colocar’ en una
gestora hecha a medida, a miembros que procurarán un PSOE
ceutí no renovado y sí clónico al que estaba, aunque para
ello se lleven por delante la larga historia de este partido
en la ciudad. No parecen aprender de los errores del pasado.
La insistencia en cerrar la sede en torno a determinadas
familias, impidiendo la entrada de nuevos aires, propició en
su día el nacimiento del PSPC y más tarde del PFC. Está
claro, el hombre es el único animal que tropieza dos veces
en la misma piedra; en esta ocasión, el tercer tropiezo está
a punto de producirse si es que Madrid no termina de mirar
hacia abajo en el mapa, aunque sólo sea por el hecho de que
el presidente nacional sea oriundo del norte de Africa y con
vocación andaluza, la misma que sesgó el propio PSOE a la
Ceuta de 1978 en Torremolinos, curioso.
Ahora Enrique Moya, protegido de Palomo y que ganó el pulso
a Jerónimo Nieto, llega desde Cáceres a ‘arreglar’ la sede
de Daóiz, cambiando las llaves y obviando al Comité
Regional, máximo órgano entre congresos, bajo la perfecta
compenetración con la ex secretaria general.
La crisis es galopante y el PSOE de Ceuta con sus 220
afiliados necesitaría abrir sus puertas y ventilar para
oxigenar.
Entre tanto a Blanco y a ZP le preocupan más Madrid.
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