Ha sido siempre una mujer con
inquietudes. Ser maestra y directora de colegio no la
satisfacía plenamente. Aunque alguna entrevista le hice yo
en la cual se mostraba encantada con coordinar toda la
actividad del colegio. Ya entonces, allá por los noventa, se
desvivía por la actividad política y su obsesión era gozar
de cierto predicamento en el Partido Socialista de Ceuta.
Tenía ambiciones y no se recataba a la hora de exponerlas.
Logró ser diputada y hacerse notar en el Ayuntamiento.
Me consta que gustaba de atender a quienes acudían a ella
pidiendo ayuda. Incluso compartimos interés por recomendar a
un muchacho necesitado de que se le concediera una
oportunidad laboral, para abrirse camino en una vida que le
había sido esquiva.
Nuestra amistad nos permitía meternos en cháchara nada más
encontrarnos por la calle. La última vez que hablé con
Salvadora Mateos, si mal no recuerdo, fue cuando acudí a
entrevistarla como directora de la Oficina de Extranjería. Y
hallé en el despacho a una mujer rebosante de felicidad por
el cargo que ocupaba.
Le pregunté por María Antonia Palomo y me la puso por
las nubes. Le dedicó elogiosos comentarios y parecía que
ambas mantenían unas relaciones sustentadas por la confianza
mutua y la amistad. Al menos es la impresión que yo obtuve
de aquella conversación. Tampoco escatimó ditirambos para
Jerónimo Nieto: delegado del Gobierno en esa época.
Cuando decidí darle vida a la entrevista, recuerdo que me se
me vino a la memoria el cambio que se había operado en
Salvadora Mateos. Nada que ver con aquella otra mujer que en
1998 se había enfrentado en unas primarias a Alberto
Núñez Thomé, secretario general de los socialistas de
Ceuta.
Y me alegré de verla otra vez en postura y sin mostrar ya
ningún resabio por una derrota que parecía marcada a fuego
en su mente.
Pues bien, me he quedado de piedra cuando la he visto
convertida en la comidilla de la ciudad por haberse puesto
al frente de quienes estaban en desacuerdo con la línea
seguida por María Antonia Palomo y se han manifestado contra
la Gestora socialista.
Y, en cuanto pude, pregunté a algunos de los que han sido
citados como componentes de ese grupo que no ve con buenos
ojos a Enrique Moya cual manda del asunto. Y no se han
cortado lo más mínimo en ponerme al tanto del papel que está
jugando Salvadora Mateos. Un papel muy principal. Y hasta me
indican que es la que ha tocado a rebato. Y, por lo tanto,
se ha convertido en la coordinadora de una rebelión capaz de
humillarse ante Aróstegui con tal de oponerse a sus
compañeros de partido.
Sorprendido por lo que se me contaba, quise saber si
Salvadora Mateos tenía tiempo para dedicarse a esos
menesteres de convocar a militantes cabreados cuando me
constaba de qué manera debía multiplicarse para sacar
adelante el trabajo acumulado en la Oficina de Extranjería.
Y, claro, las miradas de mis interlocutores me hicieron
percibir lo que pensaban de mí: O este tío vive en otro
mundo o bien intenta quedarse con nosotros. Y como uno las
coge al vuelo, allá que alegué lo de mi resfriado y los días
que había estado sin salir a la calle. Y fue peor el remedio
que la enfermedad; porque me recordaron que Salvadora Mateos
llevaba ya la tira de tiempo sin ser la directora de la
Oficina de Extranjería.
Por lo que me sentí ridículo. Y al quedarme sin palabras, me
tocó escuchar atentamente que Salvadora Mateos tiene tragado
que María Antonia Palomo influyó en su cese. Y, desde
entonces, parece ser que ha vivido pendiente de poder
tomarse la revancha. ¡La virgen, qué mujer más justiciera!
Es lo primero que he pensado.
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