El domingo pasado, entre lecturas
de periódicos y garbeos por internet, accedí a conocer
cuanto había acontecido en las elecciones alrededor de dos
alcaldes que han vuelto a ganar con mayoría absoluta. Uno es
Juan Enciso, alcalde de El Ejido; otro, Pedro Rodríguez, de
Huelva.
Del primero, sé de él por lo que en su día dijo la prensa,
cuando en El Ejido estalló un brote de violencia entre
almerienses e inmigrantes. Y, cómo no, saqué algunas
conclusiones de su carácter por las declaraciones que hizo
en aquellos momentos complicados para su pueblo. Del
segundo, he tenido la suerte de compartir con él algunas
horas en las Fiestas Colombinas y la oportunidad de tratarlo
nuevamente en FITUR. Por ello bien podría extenderme más en
un posible análisis de éste.
Pero no será así, porque lo único que voy a destacar de
ambos es que los ciudadanos no les han votado por pertenecer
al Partido Popular. Sino por haberse convertido en ídolos de
quienes están necesitados de creer en algo.
Juan Enciso, amparado en las siglas del PP, había ganado ya
tres elecciones a lo Helenio Herrera: sin bajarse del
autocar. Cuando surgieron las discrepancias con el PP, allá
que se inventó el PAL -Partido de Almería- y se echó para
adelante. El resultado fue el que estaba más que previsto:
el PAL obtuvo 15 concejales y el PP se hundió en la miseria.
En la huerta de Europa, triunfó, sin duda, el culto a la
persona. Los ciudadanos se volvieron a entregar,
mayoritariamente, a un hombre conocedor de la tierra y al
cual consideran el más válido para defenderla.
Pedro Rodríguez llegó un día y lanzó un mensaje sencillo:
¡Huelva, te quiero!... Y ocurrió el milagro que nadie
esperaba y, mucho menos, los dirigentes del PP: que los
onubenses creyeron a pie juntillas en lo dicho por el
fotógrafo que se pateaba las calles de una ciudad
entristecida por haberse quedado muy atrás en todos los
aspectos. Pues han de saber que Perico Rodri, hipocorístico
por el cual es más conocido en su tierra, era fotógrafo e
hijo de fotógrafo en su Huelva natal.
Con su llegada a la alcaldía, en 1995, PR decidió potenciar
las tradiciones y revitalizó los símbolos de la capital de
Onuba. Las Fiestas Colombinas alcanzaron su máximo esplendor
y consiguió meter la cabeza en el consejo de Administración
del Huelva: equipo que lleva varias temporadas de éxitos
indiscutibles. Y, por encima de todo, cambió la faz de la
ciudad en todos los sentidos.
He aquí otro ejemplo claro de cómo en las elecciones
municipales prevalece el tirón de las personas. PR aún no ha
decidido inventarse un partido localista. A lo mejor es que
Javier Arenas lo mima hasta extremos insospechados, por la
cuenta que le trae.
Válgame, pues, el paralelismo de Enciso y Rodríguez como
fiel reflejo de lo que viene sucediendo en Ceuta. Aunque
aquí la manifestación ciudadana en las urnas a favor de Juan
Vivas haya sido netamente superior a la conseguida por ellos
en sus respectivos pueblos. Aclarado algo que no sé si será
tema tan importante como para ser motivo de estudio por los
sociólogos, uno sí cae en la cuenta de que el ídolo tiene
muchas posibilidades de perder de vista la realidad. Es
decir, de sentarse en el sillón de mando y creerse que está
por encima del bien y del mal. De ahí que no será tarea
fácil para los encargados de asesorar a estas personas
cuando se trata de hacerles comprender que están tomando
decisiones equivocadas.
Detrás de estas personas, tan ensalzadas por sus
conciudadanos y tan tenidas como referentes, debe haber
siempre un personaje astuto y avezado, que por mantenerse
aparentemente al margen siempre interviene en el momento
justo, enmendando posibles yerros de sus asesorados.
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