¿Se acuerdan de aquellos tiempos,
después de noviembre de 1975 y tras la muerte del General en
la cama, en los que el mundillo político de la época pugnaba
entre aquello de “Reforma” o “Ruptura”?. Alguien debió
quedarse con la copla, pues la “ruptura” por aquello de las
“condiciones objetivas” fue pospuesta hasta el presente, en
la que un imprudente Presidente llegado a La Moncloa digamos
de aquella manera la está acometiendo sin tener, siquiera,
la decencia de consultárselo al teórico sujeto de la
soberanía: el pueblo español. Luego se acuñó la manida frase
de la “Transición”, con muchos padres putativos dado el
éxito de la fórmula pero, en realidad, llevada felizmente a
término por cuatro aurigas: el Rey, Adolfo Suárez, Santiago
Carrillo y Fraga. ¿El PSOE?. Apenas existía: a lo que
restaba del auténtico, el de Llopis, le cerraron la boca en
Suresnes, apropiándose de las centenarias siglas (con
financiación alemana -convolutos aparte- y soporte político
de la CIA) una conocida pareja que a lo largo de su devenir
político acabó emparentando con la banda de Rinconete y
Cortadillo, luego de sacar pecho hasta en Moscú presumiendo
de haber derrotado (¿?) al “Franquismo”. Mientras tanto, iba
quedando relegado en la sombra uno de los más brillantes
arquitectos de la Transición española, el hoy desconocido
Torcuato Fernández Miranda, “biotato” para los amigos por
aquel divertido juego que se traía con las camisas, ya
saben: “camisa blanca” versus “camisa azul”, pinto, pinto,
gorgorito. El político de origen asturiano acuñó con acento
de gato pardo aquella célebre frase de “solo se reforma lo
que nunca se quiere cambiar”, que tiene su enjundia y
retranca a modo de carga de profundidad capaz de reventar un
“Nautilus”.
Cambiando de coordenadas y aterrizando en Marruecos, nos
encontramos con que por estas tierras es tópico común desde
el fallecimiento de Hassan II la palabra “Transición”, que
se estaría llevando a cabo pilotada por su hijo y sucesor,
el joven soberano Mohamed VI y que, en una primera
aproximación, suele comparársela con la española. No seré yo
el que niegue, bien al contrario, los profundos y novedosos
cambios introducidos en la maquinaria política y social por
Mohamed VI, que están logrando sacar a la luz un Marruecos
felizmente bien diferente al de su padre, cerrando dolorosas
heridas y proyectando con gran esfuerzo, en medio de una
delicada situación, a este bello país hacia delante. Es
decir, se está dando una notabilísima “Evolución” en el
sistema marroquí, una “Reforma” de calado pero dentro de sus
propias estructuras. Por tanto y en definitiva no se puede
hablar de “Transición política”, pues no existe un cambio de
Régimen.
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