Carla Fibla es la voz que informa de lo que ocurre en
Marruecos, aunque cada vez más también en Argelia,
Mauritania y los países del entorno, en la Cadena SER y el
periódico La Vanguardia. En campaña electoral pasó por Ceuta
para participar en el programa ‘La Ventana’ con Gemma Nierga.
Residente en Rabat desde hace seis años, Fibla contempla con
“preocupación” la “desesperación” de los miles de jóvenes
marroquíes que no encuentran salida a sus vidas y que tienen
más al alcance de sus bolsillos ponerse un cinturón
explosivo que subirse a una patera para llegar a Europa.
Afable, directa y profesional, Fibla lamenta que las buenas
relaciones bilaterales que han seguido a la etapa crítica
que se vivió con Aznar no esté sirviendo para “profundizar”
en los temas “clave” que han separado históricamente durante
las dos últimas décadas a España y Marruecos a nivel
diplomático.
Carla Fibla (Valencia, 1973) es desde hace casi un lustro la
corresponsal del periódico La Vanguardia y de la Cadena SER
para todo el Magreb, aunque su oficina central se encuentra
en Rabat, donde trabaja desde octubre de 2001. Escribe
regularmente artículos de análisis en el semanario El Temps
y colabora con la revista Afkar/Ideas. Comenzó su carrera
profesional en El Cairo (Egipto), trabajando como freelance
para varios medios de comunicación. Tras obtener el título
de Experta en Información Internacional y Países del Sur,
trabajó durante dos años en Diario 16. Antes de
‘España-Marruecos desde la orilla sur’, sobre el que se
plantea redactar una reedición actualizada, publicó dos
libros de entrevistas: ‘Debate sobre la eutanasia’ (2000) y
‘Debate sobre el divorcio en Chile’ (2001). En campaña
electoral visitó Ceuta para participar en el programa ‘La
Ventana’ de Gemma Nierga.
P: Publicó ‘España-Marruecos desde la orilla sur’ hace
dos años, cuando el nuevo rumbo en las relaciones con
Marruecos dirigido por Zapatero comenzaba a dejarse notar.
¿Han cambiado mucho las cosas desde entonces?
R: Hay muy pocas cosas que han cambiado en realidad porque
incluso el capítulo dedicado en el libro a la etapa que se
abría con Zapatero tras la reconciliación forzada que
intentó Aznar al final de su mandato, donde se atisba lo que
podía pasar, se ha confirmado durante estos tres años: muy
buenas relaciones sin profundizar en los contenciosos de
siempre. Ahora sería interesante sacar otra edición para ver
hacia dónde están avanzando las relaciones bilaterales.
P: ¿Hacia dónde están avanzando?
R: Se ha avanzado mucho hacia un planteamiento de igual a
igual, algo que es muy importante, especialmente en el caso
de Marruecos, por su estructura de poder. La vía diplomática
funciona y ya no se utilizan los medios de comunicación para
una guerra constante entre los Gobiernos… Todo eso ha
terminado, pero no llegamos a profundizar en asuntos clave
como la pesca, la delimitación de aguas en el Atlántico...
En el tema del Sáhara parece que sí ha habido un cambio de
la postura española y un acercamiento hacia la postura
marroquí tras la presentación de su Plan de autonomía pero,
¿por qué, si hay comités mixtos trabajando desde 2003 y las
relaciones son tan buenas, no se avanza más? Pienso que
falta diálogo y que España no defiende sus posturas de una
forma contundente.
P: El libro da la visión de España que existe en
Marruecos. ¿Cómo se lo planteó?
R: Pedí a representantes de la sociedad civil marroquí que,
en la voz de personas a las que yo había conocido
trabajando, planteasen los problemas que creían fundamental
en las relaciones entre España y Marruecos y cómo
resolverlos y yo me encargué de la parte más política, la
más periodística.
P: ¿Qué temas aparecieron?
Los temas clave: Sáhara, inmigración, pesca, relaciones
económicas, falta de inversión o intercambio comercial,
problemas culturales como la falta de interés de España por
mantener su cultura y su lengua en Marruecos…. La parte
política más oficialista la resolví con dos entrevistas a
los ministros de Exteriores bastante clarividentes porque
ambos dejan entrever que sí, que había buenas relaciones
pero nada más. Al final hice una selección de prensa
marroquí traducida porque me parece muy interesante que los
españoles sepamos cómo nos ven los marroquíes en su prensa,
por ejemplo durante la crisis de Perejil.
El Perejil, como si nada
P: ¿Cómo se vio esa situación en el país vecino?
R: No tuvo nada que ver cómo lo vivimos en Marruecos a cómo
se vivió en Ceuta y el resto de España. Cuando hablaba con
mis compañeros de la SER me decían que había una tensión
tremenda, pero en Marruecos estábamos tan normales: se
convocaban manifestaciones sobre Perejil a las que no iba
nadie, todo en medio de la festividad de la boda del Rey…
Era una contradicción absoluta que estuviésemos mandando al
Ejército mientras allí no ocurría nada y me pareció
interesante que los lectores españoles lo supieran.
P: ¿El Perejil ha dejado algún tipo de huella en la
sociedad marroquí?
R: Anecdótica. Siempre se vio como un chiste y sigue
viéndose así. No ha quedado ningún poso de rencor ni de
rechazo porque nunca lo hubo.
P: ¿Cómo se vive al otro lado de la frontera la situación
de Ceuta y Melilla?
R: Es un tema que se puede hablar, pero desde Marruecos
Ceuta y Melilla son marroquíes, no hay ninguna duda. Es como
el tema del Sahara. Resulta muy difícil discutir con ellos
cuestionando su marroquinidad y, aunque no es una cuestión
prioritaria que haya que discutir ahora mismo. En estos
momentos la prioridad es el Sahara porque Mohamed VI quiere
pasar a la Historia resolviendo ese conflicto como su abuelo
lo hizo con la Marcha Verde.
P: ¿Sería algo así como Gibraltar para los españoles?
R: Hay gente que lo compara, y de hecho la prensa y los
partidos nacionalistas marroquíes lo hacen constantemente.
En la calle no es tanto así, pero se rechaza tajantemente
una hipotética consulta a ceutíes y melillenses.
P: ¿Usted cree, como se ha publicado en Francia, que el
Tanger-Med se crea para ahogar económicamente a las ciudades
autónomas?
R: Va a ser una infraestructura muy potente y competitiva
que debería ser un motor económico para el norte del país,
aunque sus verdaderas repercusiones están por ver.
P: En campaña electoral la UDCE-IU proponía que Ceuta y
Melilla fuesen un polo de gestión de las ayudas de la UE en
Marruecos. ¿Cree que el país vecino lo aceptaría?
R: No creo. Simplemente la demanda de los presidentes
autonómicos de estar en las reuniones bilaterales de alto
nivel ha sido inaceptable. Yo creo que lo máximo que puede
aceptar Marruecos es la visita del presidente Zapatero, a
pesar de que ya entonces se tomó como una provocación de mal
gusto, aunque la Casa Real, que es lo que importa, no
manifestó ni enfado ni rechazo. Fue un avance, pero
institucionalizar cosas así no lo veo nada factible.
P: ¿Francia ha gestionado mejor para sus intereses
nacionales que España su salida de Marruecos?
R: Ha habido una diferencia de trato evidente. Francia ha
mantenido una presencia tanto desde el punto de vista
cultural como económico mucho más fuerte. Supieron retirarse
estando siempre un poco presentes, con una relación personal
muy intensa entre Chirac, porque la etapa de Mitterrand fue
otra cosa, y la Casa Real. Ahora, por ejemplo, se ha hablado
muchísimo de las elecciones francesas. Aunque Sarkozy fuese
un candidato con posturas muy contundentes sobre la
inmigración la sociedad marroquí es muy conservadora y un
cambio como el que proponía Segolene Royal era excesivo
hasta cierto punto. En la calle hay mucho miedo a lo que
pueda ocurrir con el tema de la inmigración en Francia, que
pueda haber más represión o acoso, porque si cumple todo lo
que ha prometido puede ser muy dura la situación.
P: ¿España se lleva ahora mejor que nunca con Marruecos?
R: Yo creo que estamos incluso mejor que con Felipe
González, pero no lo estamos aprovechando. Con González
había una relación más sumisa hacia Marruecos porque a veces
pensamos que Rabat está constantemente intentando
agradarnos, pero no es así para nada. Los marroquíes saben
que a nosotros también nos interesa tener buenas relaciones
con su país. Ahora tenemos una relación, como decía antes,
más de igual a igual, pero no se profundiza. La crisis de la
inmigración, por ejemplo, se resolvió muy mal.
P: ¿Por qué?
R: España debería haber tenido una postura contundente con
la evidente violación de derechos humanos que se estaba
produciendo, pero nos limitamos a decir que lo estaban
haciendo muy bien.
P: Desde aquí el cambio de actitud marroquí hacia el
fenómeno migratorio se vio como un intercambio de dinero por
presión policial
R: Siempre ha sido un poco así. Hace cinco años se decía que
Marruecos abría y cerraba el grifo en función de las ayudas
de la UE, pero lo cierto es que se le han hecho mil promesas
y pocas de ellas se han cumplido a pesar de que Marruecos
está haciendo un esfuerzo humano y material de control de la
inmigración enorme, aunque no responde a una política de
control de la inmigración seria sino a un ‘¿esto a cambio de
qué?’.
P: ¿La situación de los inmigrantes en Marruecos ha
empeorado desde septiembre de 2005?
R: Sí, muchísimo. Sus derechos fundamentales se violan
sistemáticamente y la propia ACNUR, aún de forma muy suave
porque saben cuáles son sus líneas rojas para no tener que
cerrar su oficina en Rabat, lo ha denunciado. Desde 2005 la
situación de los subsaharianos ha ido siempre a peor.
P: Como periodista, ¿cuáles son sus líneas rojas?
R: La vida personal del Rey es, por ejemplo, una línea roja
evidente. Además hay temas ‘delicados’: la cuestión del
Sahara, la inmigración en momentos puntuales, la religión en
función de cómo lo trates... En mi trabajo diario nunca he
tenido en cuenta esas líneas, aunque esos temas delicados
intento gestionarlos de la manera más objetiva y directa
posible. He recibido toques de atención cordiales puntuales,
pero en ningún momento ha peligrado la renovación de mi
carné de periodista o mi tarjeta de residencia. En cualquier
sitio hay temas sensibles y en Marruecos, que es un país en
desarrollo, también.
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