Elena Arigita, coordinadora de Investigación del Instituto
Internacional de Estudios Árabes y del Mundo (IEAM) es una
de las mayores expertas nacionales en este campo.
Santanderina de nacimiento, a los 18 años se fue a estudiar
árabe a Granada movida por su “interés por lo desconocido”.
Después, aún más lejos, permaneció cuatro años en la
Universidad Al Azhar del Cairo haciendo su tesis sobre
autoridad islámica, tema que posteriormente estudió en los
países europeos en Holanda. Ahora trabaja para la Casa Árabe
y el IEAM en Córdoba.
Pregunta: Uno de sus temas principales de investigación es
el de la autoridad islámica. ¿Qué aspectos serían
mejorables, a su juicio, en la Comisión Islámica de España y
en su ejercicio de portavocía y liderazgo de los musulmanes
españoles?
R: Hay que distinguir entre autoridad religiosa, liderazgo
comunitario y representación oficial. La Comisión Islámica
de España (CIE) fue una fórmula diseñada para representar de
manera oficial a los musulmanes ante el Estado y se inspira
en el modelo de interlocución de la Iglesia católica. Por
tanto, no responde a una forma de representar la autoridad
islámica, sino que es más bien la imposición de un modelo
ajeno a las comunidades musulmanas. La CIE fue problemática
desde su constitución y se ha mostrado inoperante, primero
por las fracturas internas que generó entre las comunidades
y segundo porque la comunidad musulmana ha cambiado mucho
desde 1992 hasta hoy debido a la inmigración.
P: ¿No se ha mejorado nada desde entonces?
R: Desde 2004, el cambio de gobierno, pero sobre todo los
sucesos trágicos de Madrid, han servido de catalizador de
toda una serie de fracasos en la interlocución con las
comunidades musulmanas y del fracaso del modelo de
representación. Se han abierto nuevas vías de comunicación
directa con las comunidades sin la necesidad de tener que
pasar por la representación de la CIE y, por tanto, todo el
tema de la representación institucional está siendo
reexaminado.
P: ¿Existen grandes diferencias entre el modo en el que se
ejerce la autoridad islámica en Ceuta o Melilla y en el
resto del Estado?
R: La autoridad islámica tradicional se enfrenta hoy a los
nuevos retos que suponen las sociedades modernas en cuanto
al acceso al conocimiento islámico y también por las nuevas
formas de comunicación del discurso religioso. La
peculiaridad de Ceuta y Melilla con respecto al resto de
España se debe a que tienen comunidades con una trayectoria
larga, que se organizaron antes y que constituyen una
minoría muy amplia, además de la vecindad de Marruecos y sus
reivindicaciones.
P: ¿Existe un peligro real de que los sectores más
fundamentalistas copen el liderazgo del colectivo?
R: Hay un temor muy explícito en los medios de comunicación
a que el ‘wahabismo’ lidere a las comunidades musulmanas de
España. Creo que se ha convertido en el ‘malo de la
película" de una forma muy esquemática y reduccionista. La
realidad de las comunidades musulmanas en España es mucho
más diversa y plural que una competición entre un islam
‘bueno’ y uno ‘malo’. La diversidad viene dada por toda una
serie de características que tienen que ver con el origen
nacional, con diferencias doctrinales e ideológicas, y
responde también a toda una serie de condicionantes
socio-económicos.
No obstante, el miedo al islam ‘malo’ se genera también
desde dentro, ya que existe, especialmente desde 2001, un
cierto discurso dentro de las comunidades que utilizan ese
temor a un islam ‘peligroso’ para legitimar una opción
frente a otra. Creo que los líderes musulmanes también deben
asumir su responsabilidad en la imagen que proyectan de las
comunidades. Las estrategias internas para reforzar sus
liderazgos trasmiten una imagen ciertamente desconcertante y
parece como si no fueran conscientes de que hasta qué punto
esa estrategia interna sólo contribuye a reforzar una imagen
monolítica y deformada de la comunidad musulmana.
Reivindicación identitaria
P: ¿Qué diferencias advierte entre las comunidades
musulmanas de Ceuta y Melilla?
R: Melilla y Ceuta tienen trayectorias de movilización y
reivindicación de derechos civiles para las comunidades
musulmanas muy distintas. Hay que tener en cuenta que en
Melilla la reivindicación identitaria tamazigh se movilizó
desde los ochenta. En 1986, el movimiento ‘Terra Omnium’,
aunque fracasó, sí que creó un sentimiento de reivindicación
identitaria que no ha tenido lugar en Ceuta, donde la
comunidad musulmana no es étnicamente bereber, sino yibala.
La movilización en términos reivindicación étnica es
importante, porque en Melilla esas reivindicaciones han
posibilitado una trayectoria de asociacionismo más
consolidada.
P: ¿Hasta qué punto se puede hablar de discriminación,
segregación o auto-separación en las comunidades musulmanas
de ambas ciudades?
R: Por razones socio-económicas, el barrio del Príncipe
ceutí es un ejemplo flagrante de exclusión. No creo que se
pueda hablar en ese caso de auto-segregación, sino de
fracaso total del Estado. El problema ahí no es la identidad
religiosa, sino la precariedad en la que viven los vecinos.
No corresponde hablar de islam, sino de pobreza y exclusión
social.
P: ¿Las instituciones han fracasado con sus políticas de
inclusión?
R: La convivencia de las cuatro culturas como slogan
político podría ser muy efectivo si viniera acompañado de
políticas de inclusión. La escuela es una de las
herramientas más potentes para la convivencia y, sin
embargo, las cifras de cómo afecta el fracaso escolar a la
comunidad musulmana muestran que ese esfuerzo es todavía una
tarea pendiente. Igualmente, faltan voces musulmanas en el
espacio público ceutí. Más allá de un partido político ‘de
corte musulmán’, Ceuta necesita normalizar la presencia de
los musulmanes en la vida pública: como actores con voz
propia en los medios de comunicación, en las manifestaciones
culturales... en todos los ámbitos, es decir, también más
allá de lo que atañe específicamente a la identidad
musulmana.
P: ¿Comparte la impresión de que España ha digerido mejor
los últimos acontecimientos terroristas en relación con la
imagen de los musulmanes?
R: La reacción de los españoles al 11M fue vista por la
opinión pública en otros países europeos con un enorme
respeto y admiración por la madurez con la que se asumió la
condena al terrorismo y no al Islam. Sin duda la experiencia
de España fue clave en esto, recordemos el lema ‘Vascos sí,
ETA no’. No obstante, hay que decir, evitando toda
generalización, que se ha ido generando una cierta fractura,
especialmente a través del alarmismo que generan algunas
noticias en los medios de comunicación. Ahí sí que habría
que asumir una responsabilidad compartida entre expertos de
todo tipo, actores sociales y políticos y medios de
comunicación que asumen y reproducen una imagen fija que
identifica al Islam como ‘el otro’.
El árabe, un tema “sensible”
P: Algunos partidos localistas han reivindicado durante la
última campaña electoral el reconocimiento del árabe como un
patrimonio de todos los ceutíes, independientemente de su
credo. ¿Cree que ello sería positivo? ¿Se puede encontrar en
el no reconocimiento del árabe a nivel institucional una
razón fundamental del fracaso escolar de los estudiantes
islámicos?
R: Es verdad que es un tema especialmente sensible en Ceuta
por la especial situación de la ciudad autónoma y
fundamentalmente por las reivindicaciones marroquíes. No
obstante, me gustaría destacar que los musulmanes ceutíes se
identifican con orgullo como españoles y como ‘caballas’.
Esto es muy importante y enormemente positivo; sumar
manifestaciones culturales y reivindicarlas como propias
enriquece y fortalece a una sociedad. Entiendo que por la
situación geo-estratégica de la ciudad, una reivindicación
así parece arriesgada, pero podría ser muy positiva. Desde
luego, la propuesta que por ejemplo hizo Coalicion por
Melilla (CpM) en Melilla en estas últimas elecciones de las
clases de refuerzo para niños con problemas para adaptarse a
la escuela española es positiva. Más allá de discursos
identitarios, una ciudad no debería permitirse esos índices
de fracaso escolar escudándose en el miedo al ‘otro’. Es un
verdadero problema que hipoteca el futuro de la ciudad con
los problemas que ese fracaso escolar conlleva de
analfabetismo, paro, pobreza y exclusión social.
P: Durante la última campaña electoral se ha hablado mucho
en Ceuta de la existencia de una cultura política particular
en la comunidad musulmana. ¿Usted cree que realmente existe
algo así?
R: Es posible, pero no lo definiría como ‘cultura política
musulmana’, sino que viene dado más por las condiciones
socio-económicas.
P: ¿Qué lectura hace de que Coalición por Melilla, pese a
contar con el apoyo explícito en sus discursos de los imames
de la ciudad, haya sufrido un varapalo electoral
considerable mientras UDCE-IU, sin ese respaldo, haya
mejorado sus resultados?
R: Yo diría que esto demuestra que que es el discurso
político lo que moviliza a los electores, no la confesión
religiosa.
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