Mohamed Lahchiri (Ceuta, 1950) aún no ha visto un buen libro
de narrativa o poesía en castellano de autor marroquí que
merezca la pena. Mucha literatura publicada, pero poca
calidad. Una o dos excepciones. Para el ex redactor jefe del
periódico ‘La Mañana’, que ya va por su tercer libro ‘Una
tumbita en Sidi Embarek y otros cuentos’ (Dar Karaouines,
2006) ni siquiera el intento de la AEMLE (Asociación de
Escritores Marroquíes en Lengua Española) ha dado el
espaldarazo definitivo a esta forma de escribir tan
criticada entre los puristas del reino Alauí. Este profesor
de Árabe tuvo suerte desde su primera obra porque se
vendieron cerca de 100.000 ejemplares. La nueva entrega de
relatos sobre su infancia en la ciudad autónoma vio ayer
tarde la luz, en los salones del hotel ‘Ulíses’. La vida en
fascículos de un traductor para el que “corregir un mal
trabajo es peor que hacer un mal trabajo”.
Lahchiri escribió toda su vida en su lengua materna hasta
que entró a trabajar en ‘La Mañana’, en 1990. Un auto
redescubrimiento que le sirvió para publicar, al margen de
traducciones de documentos oficiales, sus primeros cuentos
en castellano. Esta alegría inicial contrastó con la lluvia
de críticas que le cayó desde el ala más izquierdista de
Marruecos por entrar a trabajar en un medio oficial. “El
problema fue que yo previamente colaboraba con medios
críticos con el Gobierno, y me dijeron que si ya no era
progresista. Lo tuve claro: ser una persona de izquierdas
también es vestir a tus hijos y que tengan zapatos”. Además,
añade, “poder escribir cuentos en un periódico era como mi
recreo”.
Hasta este periodo, Lahchiri reconoce que vio como muchos
amigos eran encarcelados y torturados en el país vecino.
“Durante ‘Los años de plomo’, fui muy ‘zarandeado’ porque
querían teléfonos de gente de la izquierda. Pude demostrar
que no los tenía”. En un momento dado, incluso pensó en
volver a Ceuta, pero reconoce que para una persona criada en
un barrio conflictivo como Príncipe Alfonso, que se ha
forjado una carrera profesional estable, “era muy difícil de
digerir el volver a casa derrotado”. El trabajo en ‘La
Mañana’ le permitió una vida sosegada y un porvenir para sus
hijos para, después, continuar con las clases de Árabe.
Desde entonces, ha visto un cambio en Marruecos,
especialmente desde 2003. Sin embargo, considera que “nunca
se ha querido cambiar el régimen, el Rey sigue siendo el
Rey”.
El escritor ceutí observa que hay algo en lo que todos los
marroquíes están, hoy día, de acuerdo: “la gente está unida
contra el terrorismo islamista; las torturas continúan, yo
me sigo indignando con las injusticias, de hecho, la
corrupción es como la lepra en Marruecos, pero ese ya no es
el mayor miedo social, el terror radical ha cobrado
protagonismo”. En su opinión, en el reino vecino, todos los
sectores laborales corren el riesgo de contaminarse con el
espíritu corrupto, menos uno: la enseñanza. “Un profesor
siempre será buena persona, no tiene donde corromperse”.
El docente de árabe deja también un poso para el drama de la
inmigración ilegal. “El problema es la atracción europea,
muchas personas tienen el sueño de saltar el semáforo de la
frontera con Europa y de un trabajo digno en Marruecos,
pasan a tener empleos durísimos, sólo por lo que han oído”.
De vuelta a sus libros, Lahchiri asegura que la infancia “es
una mina para escribir”. Un pozo de recuerdos, propios y
ajenos, de los que se surte para hablar de otra Ceuta, la de
1950.
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