El primer día de la pasada campaña electoral en la Mezquita
Central de Melilla el profesor Houari, imam del templo
musulmán, pidió literalmente en el discurso preliminar a su
sermón del viernes, el más concurrido de la semana, según la
transcripción a la que ha tenido acceso EL PUEBLO: “Dice
Allah que no os dividáis en partidos, no te vendas al
Partido Popular, ni al socialista. Tú lo que eres es
musulmán y no hay más que hablar”.
Siete días más tarde, el día clave, la última jornada de
confrontación política por el voto, cuando algunos partidos
de Ceuta esperaban que desde alguna mezquita se oyese alguna
orientación favorable, los principales imames locales
pronunciaron un discurso indefinido en el que subrayaron que
el “problema” era “la desunión” de los ciudadanos y
políticos de confesión islámica locales.
[Que nadie se eche las manos a la cabeza por la relación
púlpito-urna en el mundo islámico: el Episcopado español
emitió una pastoral recomendando votar “a aquellos partidos
políticos que defienden la vida, el matrimonio tradicional,
el derecho de los padres a la elección de la educación de
sus hijos y valoren la religión, especialmente la católica”]
Paradójicamente y contra lo que pudiera preveerse desde la
distancia con estos antecedentes, el pasado domingo
Coalición por Melilla sufrió una debacle considerable al
perder dos de los siete escaños que tenía en la Asamblea
local, pero UDCE-IU mejoró sus resultados y se quedó a
apenas medio centenar de votos de hacer exactamente lo
contrario, pasar de tres a cinco.
Más curiosidades: fuentes del círculo que rodea al ex
presidente de Melilla, un opositor correoso como seguramente
no ha tenido otro Vivas en Ceuta desde 2003, aseguran que el
27-M recibió más votos de la comunidad cristiana que nunca.
A Mohamed Ali le pasó otro tanto de lo mismo al doblar sus
resultados en los distritos del centro, donde su penetración
sigue siendo mínima en términos absolutos pero cuyo
crecimiento es significativo.
Es más, en los partidos que podrían catalogarse como de
electorado ‘eminentemente musulmán’, el PDSC y UDCE-IU,
existe el convencimiento de que no fue esta comunidad la que
se volcó con más fuerza en los comicios del domingo pasado.
Movilización limitada
Las cuentas son, desde el punto de vista de algunos de sus
dirigentes, bastante sencillas de analizar: el 23 de mayo de
2003 [cuando sí hubo cierto apoyo desde el púlpito
religioso] la UDCE en solitario obtuvo 3.589 sufragios; el
PDSC, 1.722; Federación Ceutí, casi 700, e Izquierda Unida,
322. En total, seis mil y pico. Este año, UDCE-IU y Mustafa
Mizzian no llegaron a 7.000 votos, una diferencia que
teniendo en cuenta el volumen de nuevos votantes
incorporados durante los últimos cuatro años de confesión
islámica no satisfizo las aspiraciones de los políticos con
los que comparten credo religioso.
“En Ceuta hay aproximadamente 18.000 censados de confesión
musulmana y si somos generosos y calculamos que al PP pueden
haber ido a parar 2.000 votos apenas llegaríamos a un 50% de
participación”, analiza un veterano político musulmán que
encuentra varias razones a la escasa movilización lograda:
1) “La abstención es un voto de castigo por no saber
ilusionar o por no haber sabido unirnos en una sola
coalición” ó 2) “Es un voto de confianza no explícito a Juan
Vivas, que tal vez les dé una impresión de seguridad, de
fiabilidad y de garantía mayor que nosotros”.“Es algo mucho
más allá de hablar de unos pocos ‘estómagos agradecidos’”,
asumen.
¿Reacción? En ambos partidos ha calado la impresión de que
dedicarse exclusivamente a ‘pescar’ votos de su misma
confesión no lleva a ninguna parte. La reflexión es
especialmente interesante porque, además de que es sincera,
contradice la lectura que advierte una división religiosa
del electorado con tendencia a asentarse.
El análisis se ve reforzado, además, por el proceso de
introspección en el que ha entrado el PSOE, dividido entre
quienes desean prolongar la línea de acción política
desarrollada por la Ejecutiva de Toñi Palomo y quienes
pretenden “abrir” el partido a otras formaciones, entre
ellas la Unión Demócrata Ceutí, para convertir la sede de la
calle Daoiz en la “casa común” de la izquierda local.
“El PSOE ceutí puede ser un elemento de integración y de
ruptura de esa división del voto entre musulmanes y
cristianos que aún persiste”, elucubran desde la dirección
de más de una formación, “consiguiendo que,
independientemente de su credo, los votantes de izquierdas
se inclinen por una opción y los derechas por otra, como ya
hacen”.
“Más allá de un partido político ‘de corte musulmán’”, opina
en esa misma línea una de las mayores especialistas
nacionales en el ámbito islámico, Elena Arigita,
investigadora del Instituto Internacional de Estudios Árabes
y del Mundo Musulmán, “Ceuta necesita normalizar la
presencia de los musulmanes en la vida pública: como actores
con voz propia en los medios de comunicación, en las
manifestaciones culturales... en todos los ámbitos; es
decir, también más allá de lo que atañe específicamente a la
identidad musulmana”.
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