Hubo un tiempo en que Basilio
Fernández tuvo cierto tirón para ganarse la confianza de
la gente. Lo cual le sirvió para acceder al escenario
político confiado en sus posibilidades. Las mujeres, que
tanto dan y quitan en las urnas, dijeron de él que era un
calco de Felipe González. Y a partir de ese momento,
él se creyó que era un socialista fetén.
Tan socialista como Francisco Fraiz; con quien
decidió formar parte de Progreso y Futuro de Ceuta. Un
partido cuya cabeza visible lo mismo cerraba un periódico
que ordenaba que se entrase en una vivienda por el método de
la patada en la puerta.
Con esa manera de actuar de Fraiz -que era encantador a la
hora de embaucar a los votantes; pero que sacaba a relucir
su carácter, atrabiliario y tonante en cuanto se afirmaba en
la posesión del poder-, Basilio era consciente de que más
pronto que tarde sería alcalde. Y lo fue: en cuanto se hizo
firme la sentencia del monterilla, FF.
Con lo que no contaba Basilio Fernández, tan socialista él y
tan parecido a FG, era con vivir un calvario como primera
autoridad de la ciudad. Y, menos aún, vivirlo con un
Gobierno socialista: ya que en la plaza de los Reyes mandaba
una socialista de toda la vida. Vamos, desde que María
del Carmen Cerdeira usaba baberos.
Basilio Fernández se tuvo que tragar la rebelión de los
inmigrantes en Las Murallas Reales. Y lo peor del caso era
que tanto él como la delegada del Gobierno habían sido
avisados de que la situación en los bajos del Ángulo era
insostenible y que estaba a punto de producirse un caos.
Pero, tal vez por ser ambos socialistas y llevarse la mar de
bien, no creyeron conveniente atender a lo que se les dijo
por escrito.
Se les dijo, por parte de quien se atrevió a pasear por unas
mazmorras convertidas en laberintos, pasadizos y oquedades,
que allá abajo, en las profundidades de las Murallas Reales,
estaba, caso de existir, el verdadero infierno. Mas no
prestaron la menor atención y terminaron quemándose ellos.
Lo traigo a colación porque Basilio Fernández se está
haciendo notar, nuevamente, como socialista de pura cepa. Y
le ha dado por salir en los papeles repartiendo consignas
para sacar al PSOE -de Ceuta- del abismo en que lo ha metido
la dimisión de María Antonia Palomo. Y lo ha hecho
convencido de que en el Partido Socialista de Ceuta se le
sigue considerando el eterno ‘Pepito Grillo’.
Es lo que él ha declarado recientemente. Y así, como quien
no quiere la cosa, ha dejado bien claro que sus opiniones
serían muy necesarias en el partido del cual sigue siendo
militante. Que estaría dispuesto a no excederse en sus
críticas; si bien no renunciaría a cantarle las cuarenta a
quien se aferrase a la idea de no abrirle las puertas del
partido a Juan Luis Aróstegui y a Mohamed Alí.
Que lucharía, denodadamente, contra las injusticias y, desde
luego, que estaría dispuesto a servir al partido con sus
reflexiones, sus meditaciones, sus análisis... En suma: que
pondría toda su experiencia política, dado que ha sido
alcalde y presidente, al servicio de los socialistas
ceutíes.
En fin, que nuestro hombre cree que está en el momento ideal
para convertirse en la conciencia principal de la
organización. Y, claro, se postula para ello. Y está en su
derecho de proclamarlo a los cuatro vientos.
Aunque mucho me temo, por más que Basilio Fernández sea una
figura interpretando a ‘Pepito Grillo’, que los componentes
de la Gestora socialista seguirán manteniéndolo en el
ostracismo.
Y lo harán por haberse atrevido a mentar a Aróstegui. Lo que
significa nombrar la soga en casa del ahorcado. Y si no que
se lo pregunten a Enrique Moya: el nuevo manda de la
cosa. Algo que se veía venir.
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