En la explanada de la Marina,
cuando se celebraba la Feria de la Construcción, tuve ya la
certeza de que las cosas en el PSOE de Ceuta iban de mal en
peor. Todo ocurrió por pura casualidad: saludé al señor x y
éste, tras mi comentario, me contestó con una respuesta que
yo no le había pedido. Sin embargo, capté con celeridad el
mensaje en clave de la persona cuyo nombre debo reservarme.
Un mensaje en el cual resumía su desilusión por cómo se
estaban haciendo las cosas alrededor de la candidata:
María Antonia Palomo. Una candidata a quien siempre
dispensé un buen trato. Y si alguien lo duda, puede acudir a
la hemeroteca.
En esa Feria de la Construcción, la secretaria general de
los socialistas me dijo que vería con agrado mi presencia en
el mitin que Manolo Chaves daría al día siguiente en
El Varadero. Y no tuve el menor reparo en acudir a la cita
por deferencia hacia ella.
En ese momento, conocía yo que el secretario de
Organización, Enrique Moya, había decidido no
anunciarse en las páginas de este periódico. Y estaba
enterado, pues, del consiguiente malestar que semejante
discriminación había generado en los responsables de este
medio. Pero no creí oportuno inquirirle al respecto a la
candidata. Puesto que ignoraba las causas por las que EM
despreciaba a El Pueblo de Ceuta. Y, tras mi conveniente
indagación, me dijeron que el porqué se debía a que quería
la publicidad gratis. Tal y como, al parecer, había obtenido
en otro medio escrito.
Entonces, se me encendieron las luces: Tate, Manolo,
está claro lo que el señor x te dijo: la señora Palomo tiene
un equipo que la lleva por la senda del fracaso electoral.
Una sensación que no tuve inconveniente en comunicársela a
Sergio Moreno, nada más vernos, en la avenida de
Sánchez -Prados.
En esa conversación, SM se lamentó de que yo no los
estuviese tratando, en los últimos días, con la generosidad
característica y remató sus quejas, en todo momento
exquisitas, con un halago que nunca me ha escatimado. Por
consiguiente, el diputado ya sabía de qué manera respiraba
la empresa de este periódico y el motivo por el cual el
editor tenia todo el derecho del mundo a sentirse molesto,
en grado sumo. Porque, además, se daba la circunstancia de
que desde este espacio se había defendido a María Antonia de
los ataques de una periodista que la había llamado bellaca y
otras lindezas, por haber dicho que se sentía ninguneada por
los medios.
Un pecado venial comparado con ese otro mortal que viene
cometiendo, cada dos por tres y desde hace años, Juan
Luis Aróstegui: Quien proclama que los medios están
vendidos a Juan Vivas. Y, sin embargo, nadie, excepto
quien escribe, le hace frente a un individuo que ha vuelto a
recibir su merecido en las urnas.
Pues bien, bajo la influencia de una situación inexplicable,
mantenida por Enrique Moya, acudí a la televisión para
formar parte de un grupo destinado a preguntarle a la
candidata socialista. Y decidí comenzar mi interrogatorio
con una pregunta capciosa:
“Sabe usted, señora Palomo, que en política hay una ley no
escrita que reza así: ‘Quien no conoce en el partido a sus
enemigos más cercanos, está abocado al fracaso’. ¿Conoce
usted a sus enemigos más cercanos?” La candidata, o bien no
entendió la pregunta o tal vez la predispusieron para que se
equivocara. Y me remitió al secretario de Organización del
partido socialista. Y se perdió.
Ahora, en el momento de los adioses y las lágrimas, quienes
la maltrataron le hacen el artículo sensiblero y lacrimoso.
Yo, en cambio, le diré que me sigue pareciendo una mujer muy
válida. Traicionada por varios de los suyos. Por
desconocimiento de ella. Grave error.
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