El resultado de las elecciones en
Ceuta vuelve a marcar la pauta de lo que prefiere la
sociedad ceutí en su conjunto. La amplísima mayoría
obtenida, una vez más, determina que los ciudadanos
prefieren el camino de la tranquilidad rechazando así
discursos en los que, la inquina y la pretendida división,
no tienen cabida.
En Ceuta, como en el resto de España, al hilo de los datos
recabados del total de votos escrutados en el país, queda
claro que se ha dicho bien alto, como sólo los ciudadanos
pueden hacerlo, que ni la ciudad, ni el resto del país,
necesitan la disgregación, el rompimiento de la sociedad en
dos bandos. Los ciudadanos están hartos de oír acusaciones
basadas en el odio -como argumento utilizado- al desenterrar
el hacha que partió al país en el primer tercio del siglo XX.
Han dicho basta a la permanente mirada al pasado cuando aún
hay mucho, más, y mejor futuro por delante; cuando las
generaciones no entienden ahora la recuperación del recuerdo
de lo que nos dividió; como tampoco entenderían el recordar
el odio hacia lo francés o lo ‘gabacho’ ahora que sólo
dentro de un año conmemoraremos el fallecimiento de nuestro
héroe, el teniente Ruiz; como sería impensable que los
franceses odiaran permanentemente a los alemanes. De tal
modo, que mientras otros conocen su historia para no caer en
los errores del pasado, nosotros hemos perdido mucho tiempo
en los últimos dos años recordando lo que ya estaba
superado. Por no hacer referencia al desaire a las víctimas
del terrorismo por el diálogo con ETA; por no referenciar la
laxa actitud del Ministerio Fiscal para según qué casos…
Y en Ceuta, los ceutíes, además de esto, han hablado alto y
claro a los que pretenden soliviantar la sociedad creando
divisiones, levantando trincheras. Justamente lo que no
necesita, de ningún modo, esta sociedad.
La moderación no debe ser sólo la cualidad de Juan Vivas, la
moderación y la responsabilidad entre los que están
llamados, o desean, trabajar para la sociedad desde el
ámbito de la política, debería ser una condición
indispensable para poder ejercer de representante de una
sociedad libre, moderna y madura en la que no cabrían
agitadores o incendiarios.
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