Mis queridos diocesanos:
El Día de la Caridad, festividad del Corpus Christi, un año
más nos convoca el amor de Dios, expresado de la forma más
sublime en el Sacramento de la caridad, tal y como nos lo ha
recordado el Papa Benedicto XVI, en su Exhortación
Apostólica Sacramentum caritatis: “La Santísima Eucaristía,
Sacramento de la caridad, es el don que Jesucristo hace de
sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada
hombre” (n.1).
1. Día de la Caridad
El Día de la Caridad celebrado en el ambiente litúrgico del
Corpus Christi nos recuerda el misterio de Cristo, quien, al
asumir la naturaleza humana, se hizo solidario con todo el
género humano uniéndolo sobrenaturalmente como una familia,
y estableció la caridad como distintivo de sus discípulos (cf.
AA 8). Y la Iglesia se ha hecho reconocer, en todo tiempo,
por el distintivo del amor y reivindica para sí, aún
reconociendo las iniciativas de los demás, las obras de
caridad como un deber y un derecho propio a los que no puede
renunciar.
El ejercicio de la vida apostólica tiene su fuerza en la
caridad, puesto que “quien permanece en el amor permanece en
Dios y Dios con él” (1Jn 4,16). Por eso la evangelización y
la vida cristiana comportan una especial preferencia por los
pobres de este mundo, como lo hizo Jesús a lo largo de su
vida pública, que se identificó con el pobre necesitado (cf.
Mt 25,31-46). Todos los sectores de la población más
necesitada tienen que ser hoy preocupación constante de la
Iglesia y de los cristianos. Estos sectores, en cuyas filas
se encuentran los “nuevos pobres” de la sociedad moderna
son: los ancianos solitarios, los enfermos terminales, los
niños sin familia, las madres solteras, los delincuentes
drogadictos y alcohólicos, el hambre, el respeto ecológico y
la defensa de los derechos humanos, sobre todo, la
educación.
2. Promover acciones concretas de caridad
El Día de la Caridad pretende promover acciones concretas de
caridad; hace caer en la cuenta de que la práctica de la
caridad no puede ser relegada a acciones esporádicas y
espontáneas, sino que ha de ser una actividad constante en
las comunidades eclesiales, sobre todo, porque las carencias
humanas están ahí y ha de actuarse para remediarlas
radicalmente. Esta jornada ofrece la oportunidad de recordar
a las instituciones eclesiales, especialmente a las
comunidades parroquiales, que deben prestar atención
organizada a las actividades caritativas y de promoción
social.
3. “Caridad y educación integral”
El lema de este año “Caridad y educación integral” es una
invitación al amor que brota de la Eucaristía, y nos
compromete en la tarea urgente de defender la dignidad de
cada persona, especialmente las condiciones de vida y la
dignidad de los marginados, los excluidos y los más pobres.
En las actuales circunstancias de la Iglesia en España, es
necesario el compromiso de promover el derecho a la
educación integral.
Según la enseñanza tradicional de la Iglesia, la caridad
despierta el sentido de la justicia, y es la virtud social
por excelencia, ya que la caridad permite realizar
plenamente la justicia y superarla.
4. Compromiso personal y colaboración económica
En este Día de la Caridad, a la hora de tomar nuestros
compromisos personales, al mismo tiempo que contribuimos con
una aportación económica al sostenimiento de las actividades
y proyectos de Cáritas, considero que es una ocasión
propicia para asumir también un compromiso para trabajar en
favor de este derecho a la educación integral.
5. Acción educativa integral
Considero que es preciso colaborar en cada momento histórico
de un modo responsable y comprometido. Es verdad que el
pragmatismo ambiental invita a atrapar el presente sin
reflexionar sobre el porvenir; pero el educador ha de
adelantarse al tiempo en el que está, si quiere preparar
bien a aquellos que protagonizarán la historia después. Así,
pues, los que orienten a vivir con sentido el “por qué” y
“para qué” de la existencia humana; los que ayuden a
potenciar en la educación el ser, el compartir y la
capacidad de servicio, relativizando el tener, el poder y el
consumir; los que ofrecen alternativas a una cultura evasiva
y sin horizontes que conduce irremediablemente al vacío y al
desencanto; los que susciten la necesidad de recrear y
transformar la realidad presente en sus aspectos injustos e
insolidarios; los que animen a anteponer a la búsqueda del
bienestar los valores del bien y del ser; todos estos serán
auténticos bienhechores de la humanidad y estarán abriendo
paso al Reino de Dios, que es posible en este mundo porque
ya está dentro de cada uno de nosotros y tiende, por su
propia fuerza interior, a extenderse hacia fuera,
convirtiéndose en signo de esperanza y de futuro.
6. Respuesta en favor de la educación liberadora
Por otro lado, me pregunto por el mundo en el que van
entrando los niños, adolescentes y jóvenes que están en las
aulas de nuestros centros educativos: ¿Cómo es? “Este mundo
moderno -se nos dice en el Concilio- aparece a la vez
poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene
abierto el camino para optar entre la libertad o la
esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la
fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en
su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha
desencadenado, y que pueden servirle o aplastarle” (GS 9).
Y el mismo Concilio afirma: “El hombre vale más por lo que
es, que por lo que tiene. Asimismo, cuanto llevan a cabo los
hombres para lograr más justicia, mayor fraternidad y un
planteamiento más humano en los problemas sociales, vale más
que los progresos técnicos” (GS 35). Al mundo de la
educación integral de hoy le toca responder, entre otros, a
estos desafíos. Todos los católicos, pero especialmente los
más implicados en las realidades educativas, estamos
llamados a dar la respuesta adecuada. En nosotros está el
salir al paso de estos retos, con la oferta humanizadora y
transformadora de Jesucristo, de su Evangelio y de la
Doctrina Social de la Iglesia.
7. Compartir la tarea educativa
Os invito a todos a colaborar en esta tarea de la educación
integral: familia, colegios, educadores, sacerdotes que
impulsáis las comunidades parroquiales, religiosos y
religiosas entregados a la formación de la juventud, y
seglares que hacéis presentes los valores cristianos en las
estructuras educativas.
En esta solemnidad del Cuerpo de Cristo, inspirados en la
Eucaristía, que es el Sacramento de la caridad, como nos ha
recordado el Papa Benedicto XVI en su encíclica Dios es
amor, aprendamos a compartir con otras muchas personas y
grupos, que también trabajan por la educación y formación de
la persona.
Que la santísima Virgen, Reina de la sabiduría, nos acoja,
bendiga y guarde en su amor.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
* Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 25 de mayo de 2007.
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