Para todos los que no tuvimos la
oportunidad de votar hasta entrados en los treinta años, un
día de elecciones es algo especial, y naturalmente, yo al
menos, iré a votar.
Las primeras elecciones para mí fueron el 15 J de 1977. Eran
elecciones a Cortes, Congreso y Senado y representaron el
punto de inflexión de la democracia.
Mi paisano, abulense él, Adolfo Suárez había roto el nudo
gordiano del “atado y bien atado”, para dejar que el pueblo
tomara la palabra. Aquellas fueron las elecciones de la
ilusión que ganó, aunque sin mayoría absoluta, la UCD.
A partir de aquí, tras haberse hecho el “ hara kiri” las
Cortes Franquistas, se podía empezar a trabajar y con un
consenso ejemplar se pudo elaborar una Constitucíón moderna,
la de 1978, que tras ser aprobada en referendum y sancionada
por el Rey, daba paso, ahora ya sí, a vivir en democracia.
Para mí, entonces bastante más joven, y que hacía pocos años
que había regresado de Alemania, el tener ya grupos
políticos que pudieran rebatir al mismo presidente del
Gobierno, España se me asemejaba ya a Alemania, mi segunda
patria.
Yo recordaba como un par de años antes en el Bundestad la
oposición le había armado una gresca “de padre y muy señor
mío” al entonces canciller Erhard. En aquellos momentos,
cuando esa pelotera, en España nadie se atrevería oponerse
al presidente del Gobierno, y no digamos al Jefe del Estado.
En aquellos momentos, la “¿Constitución?” franquista no
hubierta permitido enfrentamientos de ese tipo en las
Cortes.
Sin embargo, ahora sí que se podía rebatir, discutir e
incluso corregir al presidente del Gobierno, desde dentro y
desde fuera de los escaños del Parlamento. La Constitución
nos ha llevado por buen camino.
También recuerdo las primeras elecciones municipales, a las
que la UCD tenía un miedo atroz, porque todo apuntaba a que
así como las generales las había perdido, por dos veces el
PSOE, las municipales las iba a ganar de calle.
Pues bien, de calle no las ganó, pero sí logró la victoria y
ahí fue donde se vio el “cambio” de más de uno que tres años
antes era Consejero Local del Movimiento, mientras ahora se
había hecho “demócrata de toda la vida” y figuraba en las
candidaturas del PC o del PSOE, por no citar otros partidos
más a la izquierda.
Hay que resaltar que mientras ahora aparecen una serie
limitada de partidos, con unos esquemas, unas tradiciones y
una línea conocida de todos, en aquellos primeros años, 1977
-1979, había toda una sopa de letras, con decenas y docenas
de grupos buscando un lugar al sol, para representar a sus
pueblos.
Los años han ido calmando el ímpetu de los grupos, y salvo
pequeñas formaciones de “aventureros” en casi todas las
grandes ciudades coinciden tres o cuatro siglas unas
elecciones tras otras.
Hoy, una de las primeras cosas que voy a hacer es ir a
votar, si me dejaran lo haría tres veces, aunque sólo fuera
por compensar los muchos años que me pasé sin tener derecho
a ello.
Luego, tras cumplir con este deber, será un domingo normal,
leer la prensa, pasear, si acaso ir a la playa..., no hay
por qué buscarse otras cosas no habituales, hasta que sobre
las diez de la noche, aquí en Ceuta, ya sepamos quien será
el regidor de la ciudad para otros cuatro años.
Si a lo largo de la campaña hemos mostrado nuestras
preferencias particulares, no de medio, hoy, porque la ley
así lo marca, seremos totalmente neutrales y lo único que
haremos será esperar hasta la noche y aceptar lo que las
urnas nos hayan deparado.
Ahora mismo con muchas papeletas en las urnas, cuando estés
leyendo esta columna, lo primero que tenemos que hacer es
agradecer el comportamiento en la campaña, por parte de la
totalidad de los grupos que concurren a estas elecciones. Es
cierto que cada uno ha tratado de defender lo suyo, pero
salvo excepciones, todos los grupos han dado muestras de
madurez, de saber estar y de buscar, por el camino recto,
aquello que más les favorecía. Eso, digo, fue en la campaña.
Hoy no serán los políticos, sino los hombres y mujeres de
Ceuta los que van a hablar.
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