Yolanda Bel le ha contado a
David F. Pascual, tras el último consejo de Gobierno,
cómo se ha sentido desempeñando el papel de portavoz. Un
cargo complicado, donde los haya, y, por tanto, con mas
peligro que un toro encastado de Victorino Martín.
Reconoce, la atractiva diputada del PP, que, aun siendo
portavoz adjunta, nunca pensó que pudieran darse las
circunstancias que se dieron para acceder a un puesto tan
complejo. Y no duda en airear que pagó, en sus comienzos, su
inexperiencia. Verdad incuestionable. Ya que el nombramiento
la sorprendió sin apenas recursos para defenderse ella de
sus posibles errores y mucho menos para defender los
achacados a sus compañeros.
Por ello llegué a pensar que la criatura estaba siendo
ofrecida en sacrificio por los suyos. Que la habían expuesto
en aquel sitio, tan visible y comprometido, para que expiara
alguna culpa mayor. Y sentí el deseo de ayudarla.
Pues YB, con su cara aniñada, su buena facha y un aspecto
impresionante de chica buena y modosa, de no haber roto un
plato en su vida, me hacía a mí pensar en ella como una
criatura desvalida y necesitada de protección. Y, desde el
primer instante de su nombramiento, me propuse protegerla,
en la medida de mis posibilidades, de quienes pensaban
sambenitarla.
Hubo momentos, incluso, que taché de desatino el que Juan
Vivas le hubiera exigido a la diputada pasar por esa
ordalía. Una prueba que yo creí innecesaria a una mujer
necesitada de cobertura para que pudiera madurar cual
política y fémina. Sin embargo, el presidente, a pesar de
que los principios fueron tormentosos, aguantó el chaparrón
y la mantuvo al frente de la portavocía.
Una portavocía por la cual habían pasado dos pesos fuertes
del Gobierno. Porque Emilio Carreira, tan telendo
siempre él, hasta en los momentos más enrevesados, tenía
empaque suficiente, y malaúva a toneladas, para vender su
producto mejor que cualquier telepredicador estadounidense.
Que ya es decir. Tampoco Elena Sánchez era fácil
adversaria para quienes trataban de llevarle la contraria a
sus alegatos. Se fajaba con ellos, confiada en su gran
formación y en su manera de decir las cosas como si
estuviera azorada. Parecía frágil y asustadiza, pero en el
fondo era una mujer con un carácter al que no se le podía
perder la cara.
Pues bien, Yolanda Bel ha declarado también que aceptó la
portavocía, en su momento, porque contaba con el respaldo de
Juan Vivas. Y ha dejado entrever que su paso por
sitio tan desabrido le ha hecho aprender lo que no hay en
los escritos.
Aunque sus palabras nos hacen pensar que nunca más estaría
dispuesta a asumir ese cometido. Y haría muy bien. Dado que,
por más que haya aprendido y adquirido confianza en ese
menester, Yolanda Bel no reúne las cualidades necesarias
para desempeñar esa misión. Y de ser así, es decir, de
volver a cometer ese error, sería perjudicial para ella y
para el Gobierno.
Un Gobierno que, salvo desastre mayúsculo, seguirá siendo
del PP, durante otros cuatro años más. Años que serán muy
duros para el presidente. Es algo que se ve venir. De ahí
que JV deba meditar, detenidamente, qué persona está
preparada suficientemente para ponerse al frente de la
portavocía. Y no partirse de ligero en su nombramiento, si
no ofrece las mayores garantías.
Este nombramiento, que parece no inquietar a los
gobernantes, es de una importancia vital en todos los
sentidos. Hasta el punto de que un buen portavoz no tiene
precio. No vaya a ser, pues todo es posible si se trata de
política, que alguien, incapacitado para ese papel, quiera
asumirlo y los plenos se conviertan en la casa de tócame
Roque. Con el experimento de YB debe bastar.
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