El miércoles pasado, debido al
compromiso contraído con el propietario de este periódico,
para asistir a las entrevistas programadas por la televisión
pública, me perdí la final de la Liga de Campeones. Un
acontecimiento que, con todos mis respetos para los
políticos, ya invitaba a quedarse en casa. Menos mal que
antes de presentarme en el lugar indicado, había podido
disfrutar de unas actuaciones de El Juli, en la Feria
de San Isidro, que le hicieron salir por la Puerta Grande
que da acceso a la madrileña calle de Alcalá. Algo que
perseguía el torero con ahínco desde que se doctoró como
matador de toros.
Mi llegada al Parador La Muralla, a las nueve y media de la
noche, me hizo coincidir con Abselam Abderraman Maate
en la cafetería del establecimiento. Y allá que nos pusimos
a pegar la hebra acerca de los problemas de Ceuta y, desde
luego, tuvimos tiempo para intercambiar algunas impresiones
sobre el momento que vive su partido: la UDCE-IU.
Comencé a preguntarle, como quien no quiere la cosa, por
algunas cuestiones. Le planteé el siguiente problema: al
carecer ustedes de parcelas de poder y, por tanto, no contar
con ninguna posibilidad de otorgar prebendas a los votantes,
cómo se las apañan para hacerse con una clientela capaz de
hacerles obtener tres escaños. Lo cual es un éxito
indiscutible.
El hombre de confianza de Mohamed Alí, educado y con
la facilidad de palabra que le proporciona su excelente
preparación, me respondió, más o menos, que el discurso de
ellos hacía innecesario el ofrecimiento de apoyos y
privilegios a sus seguidores. Traté de sonsacarle sobre si,
en algún momento, habían pensado aproximarse al PP en la
misma medida que, en su día, lo hiciera el PDSC. Y me
contestó de manera tan rápida como tajante: “Nosotros somos
un partido de centro izquierda. Y nos tenemos que ceñir a
esa idea. Cualquier desvío sería traicionar a nuestra
gente”.
Tras lo oído, no dudé en adentrarme por un camino siempre
propenso a herir susceptibilidades, pero que la formación
del personaje me invitaba a no desperdiciar la ocasión para
inquirirle. Usted es consciente de que hay en su
personalidad muchos componentes. Ya se trate de la lengua,
de las creencias religiosas, de los gustos artísticos o
culinarios. Es usted un musulmán español y goza de una
situación privilegiada para poner esas dos pertenencias al
servicio de la siguiente misión: tejer lazos de unión,
disipar malentendidos, hacer entrar en razón a unos, moderar
a otros... En suma: allanar, reconciliar. Servir de mediador
entre las diversas comunidades y culturas.
Sí, entiendo todo lo que usted me ha dicho, pero esa misión
no nos corresponde mientras que estemos en la oposición. Y
espero que lo entienda. Contestación rotunda y sin perder la
sonrisa.
El tiempo que se nos había pasado volando nos hizo darnos
cuenta de que había llegado la hora de irnos hacia el plató
de televisión y allá que nos encajamos en él. Y allí me topé
con Mohamed Alí. Lo primero que hizo, nada más saludarme, es
justificarse: “Oye, Manolo, que yo sí me anuncio en
El Pueblo... Nos reímos. Y decidí tantearlo, tras la
interesante charla tenida con su compañero de partido y
amigo íntimo.
Recurrí a las mismas preguntas. Y obtuve las mismas
respuestas. Calcadas todas a las que me había dado Abselam.
En un momento determinado nos dijeron que la función iba a
empezar. Cuando me acerqué al escenario descubrí que me
habían dejado un sitio que no correspondía ni con la
categoría del medio al cual representaba ni con su
antigüedad. Y decidí renunciar a mi participación. El día
anterior lo había soportado. Mas no lo creí oportuno en esta
ocasión. Vuelvo a pedir disculpas a Mohamed Alí.
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