La conversación transcurría
plácida cuando aún me quedaba una hora para cumplir con
cierto compromiso adquirido. Habíamos empezado hablando de
fútbol y de pronto se metió por medio la campaña electoral.
Y fue mi interlocutor quien saco a relucir el nombre de
Juan Luis Aróstegui, para decirme:
He aquí a un tipo que miente más que habla y encima trata de
darse pote en los medios, para pasar como un político que
está sobrado.
No olvides que lleva casi treinta años metido en tales líos
y me imagino que se sabrá de memoria como se puede
chanchullear, respondí.
-Hombre, yo no digo que sea tonto, sino todo lo contrario;
es un listo cuyas actuaciones le producen los consiguientes
beneficios a cambio de perjudicar a las instituciones.
-Desembucha.
-¿Acaso tú no te acuerdas de su paso por el Ayuntamiento?
-Sí, claro; cómo se puede olvidar ese tiempo en el cual
compartía poderes con un empresario de la ciudad que se
relamía de gusto por el provecho que él sacaba de las
decisiones que tomaba el entonces concejal todopoderoso.
-Bah, eso es bagatela... Lo que deberías saber es de qué
manera se emperró en no hacer una revisión de precios con la
empresa que llevaba a cabo las obras de las playas
artificiales.
-Tú me estás hablando de esa necesidad imperiosa que tiene
Aróstegui, cuando toca poder, de pleitear con las empresas
ante el menor asomo de contrariedad.
-Efectivamente: tarda nada y menos en decirles a los
empresarios, si no son de su cuerda, claro es, aquí mando yo
y quienes se muevan van a saber de mí en los juzgados.
-Con el agravante de que su prepotencia y su osadía, le
hicieron cometer errores de bulto que acabaron costándole
una pasta gansa a la Administración Local.
-¿Te estás refiriendo al pleito mantenido con Ciudad Limpia?
-No me hables de aquel asunto. Nada más que por lo ocurrido
entonces debería este hombre haberse tapado. Pero está
comprobado que no le afectan en absoluto sus fracasos.
-Sin embargo, Manolo, ahí lo tienes: parece
enteramente, como tú has dicho en varias ocasiones, que es
Churchill redivivo.
-Un Churchill que no tuvo el menor reparo en contarnos el
cuento del alfajor cuando Continente anunció que quería
establecerse en esta tierra.
-Me alegra que recuerdes ese funesto pasaje de la vida
comercial en esta tierra. Ah, si yo te contara al respecto.
-Larga, pues...
-No me es posible. Debes entenderme. Qué más quisiera yo que
poder explayarme a gusto. Aunque no hace falta airear nada;
porque los hechos posteriores dejaron constancia de la burda
mentira del individuo que alega estar en política obligado
por esos mil y pocos votantes que confían en él. Y se queda
tan pancho.
-Tan pancho como cuando esta ciudad perdió la Caja de
Ahorros.
-Tampoco quiero ahondar en ese desagradable tema. Más bien
me gustaría decirte que al buen hombre le dio un día por
pensar y se sacó de la manga la idea de montar una fábrica
de leche pasteurizada en terrenos de Benzú.
-Cuenta, cuenta...
-Que alguien, muy conocido de Aróstegui, me propuso un día
ir a ver esos terrenos. Y me dijo que el proyecto estaba muy
avanzado. Y como prueba me enseñó una vaca que por allí
ramoneaba. Una vaca de buena ubre que sería de vital
importancia para el futuro de la industria láctea.
-Estás de cachondeo, ¿verdad?
-No. De ningún modo. Estoy hablando del caletre privilegiado
(!) de Juan Luis Aróstegui.
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