Como les prometí ayerpaso a
comentarles el asunto de las ediciones del Corán -el libro
sagrado de los musulmanes-, cuestión nada baladí en Ceuta y
el resto de España, pues la ciudadanía musulmana va
engrosando, de año en año, sus filas y problema de primer
orden en un país oficialmente musulmán, como es el vecino
Reino de Marruecos.
Como siempre he matizado una cosa es la respetable fe
musulmana, otra el islamismo político y una tercera el
terrorismo de matriz islamista. Y es esta última la que va
derrochando ríos de tinta y de sangre pues, amparándose en
unas peculiares interpretaciones del texto sagrado, unos
fanáticos iluminados (rama desviada del tronco común,
porcentualmente nada desdeñable) pretenden imponer por la
vía del terror su peculiar versión de una sociedad
teocrática, primero a la mayoría de sus pacíficos
correlegionarios y finalmente al resto de la humanidad. En
este sentido, para el Consejo de Ulemas del Reino de
Marruecos el terrorismo (de matriz islamista) reviste una
alta importancia, debiendo tratarse (como anteayer recordaba
en su editorial el solvente diario “L´Economiste”) a cuatro
bandas: la judicial, la de seguridad, la socioeconómica y
“también y sobre todo” (sic) la religiosa. En este sentido y
como me apuntaban el otro día cualificados interlocutores,
“¿cuántos de los terroristas autoinmolados o detenidos
escogieron esta vía aconsejados por determinados
predicadores?”. O en palabras de L´Economiste “El terrorismo
que nos golpea hoy es una ideología basada sobre la
interpretación errónea de los preceptos del Islam
tolerante...” (...) “Es por tanto esta batalla la que
nosotros debemos ganarpara proteger a nuestros niños y a las
generaciones futuras de esta nauseabunda polución de los
espíritus”.
Si la adecuada contextualización del discurso religioso
constituye uno de los frentes de la “guerra ideológica”,
otro nada desdeñable e incluso previo al anterior pasa por
el análisis detallado de las diferentes ediciones del Corán,
que hasta le fecha se vienen publicando alegremente y
obviando digamos unos mínimos controles de calidad, lo que
podríamos llamar el “efecto Gútemberg”, o sea la
popularización de ediciones baratas y con textos, a veces,
bastardeados. Pero en Marruecos al menos parece que eso va
camino de acabar. Según mis fuentes, el ministerio de Habús
y Asuntos Islámicos estaría prerparando el borrador de un
futuro “dahir” (ley) real que reglamente las condiciones en
las que debe imprimirse el libro sagrado y que, parece ser,
será supervisado por una institución creada al efecto, la
“Fundación Mohamed VI para la preservación del Corán” que
sería presumiblemente la encargada de supervisar la edición
de un “Corán oficial” y de difundirlo, posteriormente, en
las aproximadamente 40.000 mezquitas censadas a lo largo y
ancho del Reino de Marruecos. La referencia directa a Mohamed VI es de vital importancia, pues además de dar una
vuelta de tuerca en el “blindaje ideológico” a su figura,
recuerda sutilmente que el Rey es además “Comendador de los
Creyentes”, o sea la máxima figura y último intérprete de
los textos sagrados. Punto final pues a la peligrosa
anarquía editorial vigente hasta el momento.
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