Alain de Benoit decía “El estilo
es el hombre” y no existe formación, medio de comunicación o
empresa que no presuma de poseer su propio “Manual de
Estilo”. Que, por cierto, suele servir más bien para poco,
pero que está cargado, casi en plan barroco, de buenísimas y
sanísimas intenciones. Vengo a decir que alternan la
moralina más ñoña con los capiteles corintios de hojas de
acanto y la paridas de tintes onegetistas con la policromía
en las tallas.
Lo cierto, e que “es necesario” poseer una especie de
catecismo seglar con normas y reglas llamadas a regir y
encauzar las actividades humanas de los componentes de la
peña en cuestión. Porque resulta imperdonable perder las
formas. Aunque tampoco resulta excesivamente relevante, es
decir, un hecho digno de aparecer en negro sobre blanco y
letra redondilla y susceptible de “desencadenar reacciones”
de “repulsa, rechazo y condena” el que le metan una pedrada
al cartel de la sede del partido de Alí, ni que incendien la
furgoneta de Mizzian. Son putadas, pero no sucesos políticos
de primera línea, capaces de sustanciar una oleada de
solidaridad, porque carecen de relevancia. Comparados con el
País Vasco donde los hijoputas del abertzalismo van
reventando mítines en plan violento, sin encontrar por parte
de sus víctimas más reacción que la congoja y la llamada
“firmeza de los demócratas” que consiste en aguantar firmes
mientras el batasunerío te maja a palos,los hechos carecen
de relevancia. Y más aún si se comparan con las mil pequeñas
tropelías lógicas de cualquier contienda. O con el
macrobotellón convocado en Granada para destrozar y llenar
de mierda las calles y asustar a los ciudadanos,
amedrentando al tiempo a las personas de buenas costumbres
que vota PP. Puestos al mismo nivel de las auténtica
maldades y bajezas políticas como los ataques reiterados a
las sedes de los populares tras el 11-M, respondiendo a
convocatorias por SMS, lo sucedido en Ceuta es anecdótico,
pero no trágico. A no ser que Alí y Mizzian tenga carácter
napolitano, porque ya se sabe que, los napolitanos “crean”
la tragedia para vivirla.
¿Qué a unos tipos les han apedreado un cartel? Pues que
palpen la poca vergüenza que puede tener parte de la
población y que pongan otro, pero, el gamberrismo marginal
no puede confundirse con historias de conspiraciones. Al
igual que el incendio de la furgoneta ¿Cuántos vehículos,
cientos de vehículos van calcinados en el norte? ¿Qué
magnitud alcanzan los destrozos de las hordas de mierdas
okupas y antiglobalización, cada vez que se manifiestan en
Barcelona y arrasan las barriadas?. Seamos serios, colegas.
Y además Mizzian debe una explicación al pueblo de Ceuta
porque, ardió el vehículo, ardieron cartelería y un
megáfono, lógico en la acción propagandística de una
formación. ¿Pero como cojones llegó a arder un “sofá”? ¿Es
que, dentro del buga tenían un sofá? ¿Y con qué objeto? Ni
en una caravana de camping he visto que tengan sofás, como
muchos sillas plegables, el sofá pertenece al entorno
doméstico , a las zapatillas de andar por casa al mando ante
la televisión y la cervecita que atrae los más sentidos
eructos.
Esto me intriga, es un auténtico misterio sin resolver, algo
así como un poltergeist, una telequinesia, fantasmogénesis,
un pasón. Pero, me aclaren ¿Qué cometido tiene un sofá
dentro de una furgoneta? ¿Había también un mueble-bar?. Me
va a dar fiebre cerebral de tanto meditar, porque este es un
matiz sociológico que tiene su intríngulis y está cargado de
intencionalidad secreta. Opino que debería pronunciarse
Gordillo para despejar incógnitas, o realizar un comunicado
conjunto con la señora Palomo.
Sí. Relativo a la funcionalidad del sofá churrascado. Me
llama de incógnito uno del CNI y me confía que, el sofá
tenía como cometido el servir como continente del importante
contenido del Libro de Estilo del partido de Mizzian. Es
decir, que sobre el asiento estaba el libro abierto y en el
respaldo un pequeño cartel de carácter admonitorio “Para
pasar la hoja no chuparse el dedo”. Vale. Esta explicación
me sirve y me ahorro el trankimazín, porque, en el fondo y
en la forma es una cuestión de estilo.
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