En el transcurso de las campañas
electorales, los candidatos, se lanzan a una vorágine de
promesas cuando, lo que deberían hacer los representantes de
las distintas formaciones políticas es exponer con honradez
y sinceridad lo que “realmente” desde su lugar, bien en el
poder, bien en la oposición, han realizado y llevado a cabo
por el pueblo que pretenden gestionar.
No sirve la demagogia de mercadillo del “puedo prometer y
prometo” porque, a la larga y a la corta suele devenir en un
“no puedo prometer, porque carezco de los medios y de la
infraestructura, pero me lanzo al agua, prometo y les lleno
las orejas a estos ignorantes”. Todo muy baratero
moralmente, como cuando el descansado Jesús Gil prometía a
los marbelleros que se iba a traer de Japón el célebre
“tren-bala” para unir Marbella con el aeropuerto de Málaga
en diez minutos. Y hasta montó una maqueta del ferrocarril y
como Gil era un populista de la rehostia, no es que, la
gente, le “creyera” exactamente, pero sí le creían capaz de
materializar cualquier barbaridad que se le ocurriera, desde
el tren-bala a un servicio de coches de camellos, tirados
por dromedarios en lugar de por equinos y conducidos por
tuaregs ataviados de típicos. Una cosa son las ideas y los
proyectos que soplan en el pabellón auditivo los pepitos que
cobran el jornal de “asesores de imagen” que además
recomiendan a los líderes vestir con desenfado y descuidada
elegancia o dar un toque solemne y siempre, desde hace
lustros, paren la “originalísima” idea de poner al personaje
ante la tribuna y detrás, un grupo de jóvenes. Y digo yo ¿Es
que no tienen derecho los jubilados y las abuelas a ocupar
un lugar predominante tras el tipo que diserta en plan
pitagorín? Pues no. “Tienen” que ser jóvenes y jóvenas que
es lo que viene a demostrar algo tan talentoso como es que,
en “ese” partido hay juventud porque se siente atraída por
el programa. Los muchachos y muchachas deben ser
considerados una especie de electorado a largo plazo y que
sirve para votar muchas veces, fidelizándose, mientras que,
los viejos y las viejas, a quienes les queda un telediario,
no merecen ocupar lugares de categoría y ser recogidos por
las cámaras. Por varias razones, porque muchos van mal
vestidos y malnutridos por la escasez de las pensiones, se
les ven las caras tristes, de haber vivido mucho, nada de la
lozanía risueña de la juventud. Y, encima, a los líderes no
les sale de sus capullos de ellos estar rodeados de
carcamales, porque sienten la atmósfera de los geriátricos.
¿A que esa discriminación por razón de la edad y del
atractivo físico resulta de extrema indigencia moral?. ¿Qué
dicen? ¿Qué en las listas del batasunerío suelen tener todos
unas pintas horrorosas? Sí, es que ellos son muy chusmones y
si ponen a pelúos o a marginales borrokillas por los
alrededores dan imagen de más gentucerío aún. Pero ese
chusmerío es otro mundo, que no es el de la extrema
normalidad del resto de las listas.
¿O es que no están para reventar de guapos los niños y las
niñas de Nuevas Generaciones y de las Juventudes
Socialistas?Claro, escogen a los que mejor dan ante las
cámaras y eso parece un casting en lugar de un mitin. Y
encima la juventud es más crédula y digiere mejor las
promesas mientras que los viejos tienen un “no sé qué” los
muy joíos, que les hace aparecer escépticos y desencantados.
¿Qué, según yo, que características ha de presentar un
programa para no caer en la más burda demagogia barata? Pues
primero ha de exponer los logros reales de la formación
política, lo que han hecho por sus semejantes. Después las
claves para mejorar esos logros. Y más tarde excusas por no
haber materializado con anterioridad las ofertas
programáticas y explicaciones sensatas del por qué no lo han
hecho. Eso es honrado. O al menos a mí me lo parece.
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