Puedo decir y digo que, en el día
de ayer, sábado, los peperos malagueños sufrimos un público
agravio comparativo con respecto a los de Ceuta. Les cuento,
de mañana fui a comprar este Pueblo al Corte Inglés, porque
me gusta leer en soporte de papel y, encantada, me empapé de
la magnífica cena que habían ofrecido a interventores y
apoderados del PP en los salones del hotel Tryp. La foto
mostraba a un conjunto trajeado, encorbatado y de media
gala, en plan categoría y, por supuesto, me relamí como si
estuviera degustando una cuajada con tocino de cielo (mi
postre favorito antes de declararle la guerra a las calorías
en mi singular campaña “talla 36”). ¿Qué si ponían en el
periódico el menú del convite? No. Pero se palpaba postinero
en plan de no quedarse nadie con hambre. Y “precisamente”
ayer, sábado, yo me había apuntado de gorra, acompañando a
mi compadre, el patriarca gitano tío Luis, que va de
interventor a una mesa de Campanillas, me había añadido en
plan chupóptero, a la rumbosa invitación del alcalde Paco de
la Torre a apoderados e interventores, a quienes iba a
agasajar con una paella. ¿Agasajar de qué y de donde?. El
lugar ya nos hizo cavilar a mi compadre y a mí: Las escuelas
Franco recicladas en escuelas Blas Infante. A la vera del
campo de fútbol. Conformé al gitano “Eso es que habrán
montado carpas, verá usted, su comadre, el catering que dan
los nuestros, apuesto por mis muertos que, las paellas las
van a traer de “Antonio Martín” o de “El Señorío de Lepanto”
reventando de cigalas, de langostinos y de gloria bendita”
Para allá nos alargamos, el tío Luis de traje negro y
sombrero distintivo de su rango, amén de bastón. Y nos
encontramos lo que nos encontramos.
En medio de un erial asqueroso, malamente cubierto por unos
eucaliptos resecos, una cincuentena de sillas blancas de
plástico, unas cuantas mesas malamente apañadas con mantel
de papel, una cuarta parte de los peperos sentados y el
resto de pie, buscando acomodo en los bordillos y
balanceando unos platos de plástico que se llamaban “surtido
de embutidos” y eran cuatro lonchas de mortadela barata,
unas rodajas de morcilla reseca y algo así como choped
pringoso.
Las señoras, ataviadas para mejor ocasión rabiaban “Esto es
un cutrerío, esto parece la fiesta de los de Izquierda Unida
¡vaya porquería de sitio!” Otra rectificaba “No, lo que
parece es la comida que dan los comunistas todos los años
después de la marcha contra la base de Rota” Un caballero
“Faltan las banderas rojas y la música de ellos ¡Valiente
asquientosidad!” Me alargué a un pepito joven que andaba por
allí con aspecto prepotente y que me dijeron que era el
Concejal de Deportes “Oye, que esto es un gentucerío, no hay
sillas, no hay mesas, la gente mayor está enfadada y los
tipos que están haciendo las dos paellas en las paelleras no
las cubren y el arroz se va a poner polvoriento, esto es una
guarrería” El pepito carraspeó “A ver, ¡Organización! ¡Un
camión de sillas!” Nadie le hizo caso, porque, en aquella
miseria, ni había azafatas, ni Organización, ni protocolo,
el tío Luis, flamante interventor calé, bufaba “¡La paella
yo no me la como! ¡Esta gente é una improcedente y está tó
mu zucio!”. Eso sí. Aquellos desaprensivos, capaces de
escatimar un menú, al menos en una venta, a cinco euros por
cabeza, para agasajar a quienes van a estar durante una
jornada partiéndose el pecho por el PP y pasando fatigas con
las izquierdas, que aquí están muy crecidas, aquellos
mindundis roñosos, habían tenido el humor de meter en aquel
lugar polvoriento, que parecía un vertedero, un enorme
autobús presidido por una macrofoto del alcalde y montar una
tribuna con un altavoz para “el discurso”. Pero el público
no quería discursos, sino sentarse en un lugar limpio y
hartarse de comer. ¡Un hambre!.
A esto un griterío en la puerta ¿El alcalde? No. Las
carretas que salen hacia Almonte a honrar a la Blanca Paloma
y que iban a reunirse en un solar cercano antes de partir,
para comer y festejar. Ni que decir tiene que, mi compadre y
yo nos miramos y salimos apresurados de aquella cochambre
rumbo a los rocieros. Allí le reconocieron de la televisión
y si comimos fue porque nos invitaron a un vaso de ajoblanco
y un cacho de tortilla de papas entre palmas y ¡olés! A la
Virgen. Poderío y cutrerío. Esta es la cuestión.
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