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OPINIÓN - DOMINGO, 20 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Poderío y cutrerío
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Puedo decir y digo que, en el día de ayer, sábado, los peperos malagueños sufrimos un público agravio comparativo con respecto a los de Ceuta. Les cuento, de mañana fui a comprar este Pueblo al Corte Inglés, porque me gusta leer en soporte de papel y, encantada, me empapé de la magnífica cena que habían ofrecido a interventores y apoderados del PP en los salones del hotel Tryp. La foto mostraba a un conjunto trajeado, encorbatado y de media gala, en plan categoría y, por supuesto, me relamí como si estuviera degustando una cuajada con tocino de cielo (mi postre favorito antes de declararle la guerra a las calorías en mi singular campaña “talla 36”). ¿Qué si ponían en el periódico el menú del convite? No. Pero se palpaba postinero en plan de no quedarse nadie con hambre. Y “precisamente” ayer, sábado, yo me había apuntado de gorra, acompañando a mi compadre, el patriarca gitano tío Luis, que va de interventor a una mesa de Campanillas, me había añadido en plan chupóptero, a la rumbosa invitación del alcalde Paco de la Torre a apoderados e interventores, a quienes iba a agasajar con una paella. ¿Agasajar de qué y de donde?. El lugar ya nos hizo cavilar a mi compadre y a mí: Las escuelas Franco recicladas en escuelas Blas Infante. A la vera del campo de fútbol. Conformé al gitano “Eso es que habrán montado carpas, verá usted, su comadre, el catering que dan los nuestros, apuesto por mis muertos que, las paellas las van a traer de “Antonio Martín” o de “El Señorío de Lepanto” reventando de cigalas, de langostinos y de gloria bendita” Para allá nos alargamos, el tío Luis de traje negro y sombrero distintivo de su rango, amén de bastón. Y nos encontramos lo que nos encontramos.

En medio de un erial asqueroso, malamente cubierto por unos eucaliptos resecos, una cincuentena de sillas blancas de plástico, unas cuantas mesas malamente apañadas con mantel de papel, una cuarta parte de los peperos sentados y el resto de pie, buscando acomodo en los bordillos y balanceando unos platos de plástico que se llamaban “surtido de embutidos” y eran cuatro lonchas de mortadela barata, unas rodajas de morcilla reseca y algo así como choped pringoso.

Las señoras, ataviadas para mejor ocasión rabiaban “Esto es un cutrerío, esto parece la fiesta de los de Izquierda Unida ¡vaya porquería de sitio!” Otra rectificaba “No, lo que parece es la comida que dan los comunistas todos los años después de la marcha contra la base de Rota” Un caballero “Faltan las banderas rojas y la música de ellos ¡Valiente asquientosidad!” Me alargué a un pepito joven que andaba por allí con aspecto prepotente y que me dijeron que era el Concejal de Deportes “Oye, que esto es un gentucerío, no hay sillas, no hay mesas, la gente mayor está enfadada y los tipos que están haciendo las dos paellas en las paelleras no las cubren y el arroz se va a poner polvoriento, esto es una guarrería” El pepito carraspeó “A ver, ¡Organización! ¡Un camión de sillas!” Nadie le hizo caso, porque, en aquella miseria, ni había azafatas, ni Organización, ni protocolo, el tío Luis, flamante interventor calé, bufaba “¡La paella yo no me la como! ¡Esta gente é una improcedente y está tó mu zucio!”. Eso sí. Aquellos desaprensivos, capaces de escatimar un menú, al menos en una venta, a cinco euros por cabeza, para agasajar a quienes van a estar durante una jornada partiéndose el pecho por el PP y pasando fatigas con las izquierdas, que aquí están muy crecidas, aquellos mindundis roñosos, habían tenido el humor de meter en aquel lugar polvoriento, que parecía un vertedero, un enorme autobús presidido por una macrofoto del alcalde y montar una tribuna con un altavoz para “el discurso”. Pero el público no quería discursos, sino sentarse en un lugar limpio y hartarse de comer. ¡Un hambre!.

A esto un griterío en la puerta ¿El alcalde? No. Las carretas que salen hacia Almonte a honrar a la Blanca Paloma y que iban a reunirse en un solar cercano antes de partir, para comer y festejar. Ni que decir tiene que, mi compadre y yo nos miramos y salimos apresurados de aquella cochambre rumbo a los rocieros. Allí le reconocieron de la televisión y si comimos fue porque nos invitaron a un vaso de ajoblanco y un cacho de tortilla de papas entre palmas y ¡olés! A la Virgen. Poderío y cutrerío. Esta es la cuestión.
 

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