Uno escribe de lo que ha vivido,
de sus lecturas, y de lo que ha quedado de éstas cuando ya
no se acuerda de casi nada. Antes lo fiaba todo a la
memoria. Pero, no ha mucho, tomé la decisión de anotar en
una libreta cuanto me parece interesante. Aunque confieso
que sigo siendo un desastre a la hora de tomar apuntes. Lo
primero es que me resulta casi imposible escribir a mano.
Así, no es extraño que luego me cueste lo indecible
descifrar lo escrito.
Es lo que me ocurre hoy, cuando hojeando la libreta me paro
en una página donde descubro algo que me puede venir bien
para hacerle el artículo a Juan Vivas. De quien llevo
varios días sin decir ni pío. La nota reza así:
“Prefiero prosperidades y adversidades mezcladas. No querría
que todas fuesen adversidades, pero tampoco prosperidades. Y
si tuviera que optar entre uno de ambos extremos preferiría
que todo me fuese áspero e infeliz antes que favorable en
demasía; pues me parece que las desgracias necesitan
consuelo; pero los venturosos, excesivamente, lo que
necesitan es seso”.
Juan Vivas es un hombre venturoso. Y me atrevo a decirlo
porque no hay persona capaz de no serlo cuando recibe
diariamente el cariño de innumerables personas. Tendría que
ser un témpano para mostrarse indiferente a tantas muestras
de afecto de unos ciudadanos que lo distinguen con sus
preferencias a cada paso.
Entre Juan Vivas y su pueblo existe un lazo sólido,
venturoso y firme que resulta inexplicable para quienes
nunca antes habían sido testigos de algo similar. Los hay,
no pocos, que se vienen preguntando por las causas para que
este hombre haya podido conquistar a sus paisanos con tanta
rotundidad. ¿Dónde radica su encanto para llevar seis años
gobernando sin apenas sufrir el menor desgaste?
Es, créanme, la comidilla de cualquier tertulia y tema de
conversación entre los muchos que ya se vienen interesando
por la exitosa carrera política de quien ha dicho que ésta
empezó en Ceuta y acabará aquí.
A Juan Vivas se le nota mucho la dicha. Se le ve a la legua
la felicidad que le produce el percibir el cariño de los
suyos. Y ello le ha permitido ir ganando en confianza. Se ha
dejado atrás cualquier complejo de los varios que todos los
humanos solemos tener. Ha ganado en estima y pisa firme la
calle con la idea de obtener otro triunfo resonante en las
urnas. Un hecho que se hará realidad el próximo día 27.
Ahora bien, a un hombre que goza de tanta felicidad, a un
político tan dichoso, le esperan cuatro años de gobierno
donde va a estar necesitado de ese seso que se le recomienda
a quienes parecen estar inmunizados contra las adversidades.
Porque en esta vida, quien gana siempre acostumbra, en un
momento determinado, a mirar hacia abajo desde una altura
que apenas ve a los demás. Y si nos ve es para cerciorarse
de que es el más grande y dotado. Y es entonces, en el
preciso instante que ello suceda, cuando alguien debe
recordarle sus errores, sus miserias, sus carencias, y sobre
todo ha de advertirle de cómo los pueblos se entregan en la
misma medida que luego abominan de sus elegidos.
En este caso, y aunque nadie está a salvo de perder la
chaveta por el vértigo que causa el mucho poder, el
afortunado presidente cuenta con la ventaja de tener la
cabeza bien amueblada. Sabe que que lo más vale en la vida
son la fama y el nombre, y seguro que procurará mantenerlos
limpios como el agua de un nevero.
Aun así, y en vista de que la tentación vive en el quinto,
bien le vendría a Juan Vivas contar con asesores capaces de
ayudarle a sobrellevar la carga de estar cuatro años más
gobernando Ceuta. Su tierra. Una tierra cuyos ciudadanos
creen en él a pie juntillas. Y por ello lo votan
masivamente.
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