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OPINIÓN - DOMINGO, 20 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Mal tiene que estar las cosas, para ofrecer duro a tres pesetas. Cosa que ya nadie hace, por la sencilla razón de que los duros desaparecieron y las pesetas también. Sin embargo aquellos a los que el reloj se les paró en el tiempo y, aún, no se han enterado del que le mundo sigue avanzando se aferran, con todas sus fuerzas, a la creencia de que siguen estando solos, que la competencia no existe y que de su agua hay que ver, de lo contrario leña al mono. O sea la aplicación de la frase “conmigo o contra mí”.

Despierta del sueño y vuelve, de una vez por todas, a la realidad que te estás quedando desfasado y con menos recursos que mi cuenta corriente. Ya lo dijo aquel: ”aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Y la marca del aro del cubo en el culo, esa no hay forma de quitarla.

Me recuerdas aquella tienda de mi barrio, donde todos iban a comprar apuntando las compras efectuadas en una libreta y pagando, por ellas, lo que el tendero quería. Y no cabía discutirle el precio de ningún artículo, porque lo aceptabas o no comías. Aquello era un chantaje pero, por las razones expuestas, había que aceptarlo. No quedaba otro remedio.

Algunos años más tardes, otro comerciante se estableció en el barrio con una tienda de ultramarinos, ofreciendo las mismas condiciones que el anterior, pero con la variedad de que los precios se ajustaban más a la realidad. Ni que decir tiene, que los de las libretas se marcharon a realizar sus compras al nuevo establecimiento donde, además de la mejora de los precios, se les ofrecía una mayor calidad en los artículos. Ni te cuento, serrana del alma, el rebote que se cogió el que tantos años había estado sólo, haciendo que todos pasaran por el aro, ante la posibilidad de que de no hacerlo, no tendrían a dónde acudir a realizar sus compras.

Fue tal su cólera que, por todos los medios a su alcance, incluso pidiendo ayuda a personajillos con más o menos influencias, trató de cerrarle el establecimiento a quien se había atrevido a hacerle la competencia.

Así estaban las cosas, cuando el primero de ellos tratando de recuperar su clientela, no tuvo nada mejor que hacer que rebajar los precios e incluso ofreciéndoles ciertos regalos a quienes, de nuevo, volvieran a a ser su cliente. Algunos, atraídos por la rebaja de los precios y los regalos volvieron a ser clientes suyos. Lo que le valió para decirle al resto que él era el mejor y que, por eso habían vueltos a su establecimiento, añadiendo en petit comité que todos aquellos que habían vuelto no sólo volverían a pagar los precios que él marcase sino que, además, le tendrían que dar algo a cambio de ese favor

Siempre lo mismo, no había aprendido nada ni tan siquiera, hoy día, que aquellas libretas hace años que, gracias a Dios, desaparecieron, que el número de establecimiento ha aumentado y que ya no valen para nada las mismas mentiras de aquella época en la que estaba sólo sin competencia alguna.

Está visto y comprobado que cuando las neuronas, la escasas que tenía el tendero, empiezan a patinar ponen en el lugar que corresponde a los ignorantes.

Moraleja: A los relojes hay que darles cuerda, no se ponen al día por mucho que los bendigan. Amén.
 

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