Un político no se caracteriza por
lo que hace, que suele ser poco, sino por lo que dice, que
siempre es muchísimo. Cito de memoria y no me apetece
levantarme del asiento para buscar el nombre del autor de la
frase. Por tal motivo, cuando llegan las campañas
electorales me dan ganas de prohibirme el escribir sobre
unos candidatos que mienten más que hablan. Con lo cual no
hacen sino darle la razón a quien dijo que los programas se
hacen para no cumplirlos. Quien así pensaba y lo aireaba,
sin ningún pudor, era una víbora con cataratas. Que así
suele recordar Raúl del Pozo a Tierno Galván.
“Todo ciudadano, aisladamente considerado, experimenta el
influjo de dos fundamentales circunstancias que contribuyen
a delimitar su posible destino: el hogar en que nació y el
desenvolvimiento económico que impere en él. El papel que
desempeña en la vida siempre estará influido por las
iniciales circunstancias que rodearon su nacimiento”. Ya
Weber escribía:
-Un individuo hace por su cuenta parte de su vida; lo más de
ella está a cargo de las circunstancias”.
Pensamiento que hace suyo Ortega y Gasset con el
hombre y sus circunstancias.
Dejemos pues a los individuos y entremos a referirnos a la
colectividad. Preciso es reconocer que el hogar de una
nación es su territorio. Por la misma razón que el hogar de
un pueblo es también el sitio en el cual está afincado y,
cómo no, su historia.
Si el “hogar” está escaso de recursos naturales, es decir
que es más bien pobre, lo lógico es que quienes lo habitan
procuren por todos los medios luchar denodadamente por
acceder a los empleos existentes. Y quienes se quedan fuera
del circuito de trabajo, que también necesitan comer, no
tienen más remedio que poner en práctica todas sus
habilidades para no engrosar la lista de los que no pudieron
evolucionar. De lo contrario, a los ciudadanos les queda una
mala solución, injusta a todas luces; pero necesaria si
quieren seguir llenando la botarga: buscarse la vida por
otras tierras. Que fue lo que quiso decir el delegado del
Gobierno, Jenaro García Arreciado, de manera
superficial, y que fue aprovechado por Juan Luis
Aróstegui, bobo y demagogo, para ponerlo como chupa de
dómine.
Pero si el individuo, según Weber, “hace por su cuenta”
parte de su vida”, también la nación, o el pueblo, parte de
su desarrollo. Ceuta, por geografía e historia, ha hecho
también su camino. Y quienes la vivimos hemos de saber a qué
atenernos en relación con sus posibilidades económicas.
Existe, claro es, un sector terciario bien remunerado. Y al
cual, lógicamente, quieren acceder casi todos los ceutíes.
Pertenecer a la Administracción es, sin duda, un deseo
permanente de quienes están en edad de trabajar. Y es
legítimo que remuevan Roma con Santiago a fin de obtener esa
plaza que les asegura una vida con la que poder formar una
familia y comprarse el piso allá donde les apetezca y
puedan.
Arremeter contra quienes quieren formar parte de ese medio
de vida, que no deja de ser la riqueza que se ha forjado una
ciudad carente de estructuras para aspirar a ser sede
industrial, me parece que sólo está al alcance de un
demagogo. Un tipo que tiene las instituciones repletas de
personas metidas a dedo. Enchufadas por él, por medio de
cambalaches políticos. En Ceuta, como en otras muchas
tierras escasas de riqueza, existe el egoísmo y la
insolidaridad cuando se trata de competir por un empleo. De
no ser así, habría mucha más gente dedicada a otros
menesteres. Y le estaríamos dando la razón al ministro del
Interior de Marruecos: Chakib Benmusa. Lean la
entrevista que le hizo Cembrero en El País. El 25 de
febrero.
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