Cuando España está convertida en
un vodevil electoral, donde mitinean tontilocos y vivos, a
partes iguales, entre otros candidatos que mueven a la risa,
junto a unos pocos que tienen algo que decir y lo dicen
bien, Sevilla y Español -durante más de dos horas- nos
hicieron olvidar esa comedia representada por malos
políticos, salvo excepciones.
Los escoceses tienen mucha suerte cuando ponen el escenario
para que se dispute una final de Copa. Sea ésta de Liga de
Campeones o de la UEFA. Jugar en terreno escocés es sinónimo
de espectáculo. Sólo con echar la vista atrás es fácil
encontrar partidos que dejaron huella en Glasgow. Y
actuaciones individuales que siempre tendrán un sitio
especial en la alacena de la memoria.
¿Quién se ha olvidado del gol de Zinedine Zidane a
Jens Lehman cuando éste jugaba en el Bayer
Leverkusen? Por no adentrarnos aún más en el túnel del
tiempo con el fin de recordar otras gestas. Pues bien, a esa
maravilla ya se ha sumado con toda justicia la
extraordinaria actuación de Palop en Hampden Park.
La vida es circunstancia, según el filósofo. “Cada cual
existe náufrago en su circunstancia. En ella tiene, quiera o
no, que bracear para sostenerse a flote”.
Es lo que ha venido haciendo Andrés Palop para conseguir lo
que quería: ser cancerbero de leyenda. Y a fe que el
valenciano no lo ha tenido fácil. Pues si miramos su
trayectoria, encontraremos etapas donde parecía estar ya
abocado a dejarse llevar por la corriente de las desdichas y
del infortunio. Con lo cual se hubiese sumado a la lista de
personajes insatisfechos por no haber sido capaz de hacerle
un monumento a la voluntad. Ya lo decía Cela: en
España gana quien resiste.
Bendita sea, pues, la resistencia de este triunfador. Ya que
estamos necesitados, en un mundo donde apenas se premian los
esfuerzos, el interés y los méritos, de ejemplos como el de
Palop para que los jóvenes crean en figuras de verdad. En
tipos capaces de conseguir grandes logros por medio del
trabajo infatigable y, sobre todo, de mostrarse siempre
inaccesibles al desaliento.
En Hampden Park, y en un césped que presentaba dificultades
para los guardametas, el del Sevilla volvió a demostrar que
se ha ganado el derecho a ser tenido como uno de los más
grandes del fútbol español. Su saque con la mano poniendo el
balón por delante de Adriano, para que éste pudiera
presentarse ante Gorka Iraizor -¡qué bien
estuvo!- y batirlo, debe servir para que se enseñe en las
escuelas de fútbol.
En Hampden Park, el portero del Sevilla actuó como lo viene
haciendo desde hace ya mucho tiempo: de manera magistral.
Aunque es bien cierto que el parar tres penaltis influye
decisivamente para que la gente se admire mucho más por lo
realizado.
A mí, sin embargo, ya me había cautivado con sus
intervenciones. ¡Menuda fue la que hizo a tiro de Riera!
Y, desde luego, qué decir de su seguridad en los balones por
alto. O de cómo arenga a sus compañeros y consigue situarlos
a cada paso. Tácticamente es muy bueno. Y manda desde su
posición, porque sabe de fútbol. Y ello se percibe en cuanto
uno lo observa detenidamente.
En la tribuna de Hampden Park estaba Luis Aragonés.
Un seleccionador que sabe, o al menos decía saberlo, que un
gran portero surge para ayudar a los compañeros cuando éstos
lo necesitan. Un especialista que se agiganta en los
momentos cruciales. Me imagino, por tanto, que habrá tomado
nota de lo hecho por Reina, no ha mucho. Y, por supuesto, de
lo que es Palop. Sevilla y Español jugaron un gran partido.
Ganó el que tuvo más suerte. Y contó con un guardameta que
ya ha entrado en la historia deportiva de Glasgow.
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