La campaña electoral lleva ya
varios días a pleno rendimiento. Los políticos tratan por
todos los medios a su alcance de persuadir a los electores
para conseguir que les voten. No todos los partidos disponen
de las mismas posibilidades para competir en una lucha
necesitada de muchos recursos económicos para afrontarla con
éxito. Carteles, regalos varios, mensajes, anuncios en los
periódicos, cuñas publicitarias radiadas, apariciones en
televisión...
Todo ello cuesta una pasta gansa. Y la gente se suele
preguntar de dónde sacan los dineros los partidos para hacer
frente a tan cuantiosos gastos. En principio, perogrullada
al canto, conviene decir que el partido gobernante tiene
rendidos admiradores dispuestos a hacerse notar cual
mecenas. Por lo tanto, su campaña de comunicación puede ser
mejor en todos los aspectos.
Es verdad que la comunicación política persuasiva se puede
obtener por medio de la palabra. Pero los mítines han de ir
acompañados de una escenificación adecuada para que los
ciudadanos decidan personarse en el lugar donde el político
se hace su artículo. Y todo festejo cuesta el ojo de una
cara. Los españoles, además, somos muy dados a ir a los
sitios en los cuales beber y comer sea de balde, y si es
posible que haya fin de fiesta. De lo contrario, hay
candidatos que son oídos nada más que por los más fieles de
su partido y por cuatro desocupados que pasaban por allí.
Días pasados hablaba yo con un candidato que le ha cogido ya
el aire a las campañas electorales y le pregunté por cómo se
las apañan para pagar las facturas. Y me contó que no se
exceden lo más mínimo en los gastos. Porque ni pueden ni
quieren entramparse.
No obstante, han apostado ustedes por anunciarse en un solo
periódico y no creo que semejante publicidad sea regalada.
Su respuesta no se hizo esperar:
-Esa empresa es magnánima con nosotros. De no ser así, a mí
partido le sería imposible anunciarse.
Cuando le dije que iba a publicar lo que me había dicho, no
se cortó lo más mínimo en contestarme:
-Muy bien. Adelante. Pero que sepas que yo lo voy a negar. Y
hasta podré exhibir factura al respecto.
-Lo cual es una trampa, ¿no?
-Sí, claro. Pero yo no puedo despreciar el regalo. Y la
razón es bien sencilla: mi presupuesto para la campaña es
nada y menos.
Tampoco parece que anden muy boyante de dinero en el Partido
Socialista de Ceuta. Ya que María Antonia Palomo ha
seguido los pasos del político confidente. De ahí que su
rejuvenecido rostro sólo aparezca en los papeles de una
empresa cuya generosidad nos conmueve. Lo que no entiendo es
que la candidata de los socialistas, y secretaria general
del partido, sea tan pardilla. Me explico: ha picado en el
anzuelo del empresario benefactor y, a las primeras de
cambio, se ha encontrado con una contra que le ha dejado el
careto tumefacto e impresentable ya para ser lucido durante
lo que queda de campaña. Y todo por ahorrarse unas pesetas.
El caso es que yo pensaba, y así lo anuncié, salir en
defensa de María Antonia por haber sido acusada de mentir
como una bellaca por una mujer que disfruta insultando a las
mujeres más que lo hace una perra de agua mecida por las
olas del mar. Mi idea era recordar que si la señora Palomo
había crispado a los periodistas por declarar que los medios
de comunicación de la ciudad la silenciaban a ella y a
cuanto se tratara de socialismo, más crispados debían estar
los plumillas por lo que lleva diciendo Aróstegui
desde hace años: “Todos los medios de comunicación están
comprados por Juan Vivas”. La señora Palomo todavía
no sabe con quién se juega los cuartos. Un error
imperdonable en una señora que quiere ser presidenta de la
Ciudad.
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