¿Cuanto del dinero que se destina desde el Estado, a través
de la Ciudad Autónoma, a los centros de menores,
concretamente al de San Antonio, está dirigido realmente a
estos menores y a su proceso de integración en la sociedad?.
Con esta pregunta, la hermana Paula, una de las máximas
representantes de la asociación Elín de Ceuta y que lleva
más de ocho años trabajando en la ciudad por la convivencia
y por el respeto a los derechos fundamentales de todas las
personas, valora y critica la verdadera realidad que viven
estos niños transfronterizos cuando llegan a Ceuta.
“La gente cuando se entera del presupuesto destinado para
este tema, se alarma y dice, hay que ver lo que nos cuestan
estos menores, pero lo que no se dice es que el menor sólo
percibe una mínima parte de todo el dinero que se destina
sobre todo a burocracia, a los educadores y al personal”.
Desde esta asociación se indica claramente que la
inmigración es un beneficio para Ceuta porque se crean
puestos de trabajo para cubrir este personal encargado de
los menores y porque además con los inmigrantes se cubren
oficios y se tienen más consumidores.
“Nos empeñamos siempre en hablar de forma negativa de la
inmigración, en centrarla en miedos, represión y en
fronteras que sólo sirven para hacer daño y crear
agresividad. Pero no nos preguntamos por qué la gente pierde
la vida por llegar a España o por qué un menor es capaz de
quedarse minusválido por meterse en un camión para cruzar a
la Península”, explicó la hermana.
Desde la asociación Elín se insiste sobre todo en la falta
de conocimiento sobre los verdaderos motivos que impulsan a
los menores a emigrar desde sus países de origen hasta
España y recuerda que llegar a un país indocumentado ‘no es
un delito es una infracción’.
“Los menores no emigran porque quieren una moto nueva, o
porque quieren estudiar en España, sino porque desde
pequeños han visto sufrir a sus familias, o ellos mismo han
sufrido maltratos de los adultos. Los menores vienen
simplemente buscando algo mejor, como haríamos todos. Tienen
mucho coraje para hacer lo que hacen”, explicó.
Menores en las calles
Los menores inmigrantes que llegan a España, según denuncian
asociaciones como Elín, se exponen al maltrato de adultos y
a la violación de sus derechos, cuestión que en muchos casos
los evoca a inhalar algún tipo de disolvente o pegamento
para evadirse, “cuando ya no pueden más, y por tanto lograr
que el dolor físico supere al sicológico y les haga olvidar
que no tienen infancia y que nadie se preocupa por ellos ”,
explicó muy concisa Paula.
Según explicaba la hermana, los menores sólo quieren subir
en un barco y viajar a la Península donde saben que tiene
más posibilidades para salir adelante y en muchos casos
conseguir un trabajo con el que enviar dinero a sus
familias.
De hecho, estas familias que envían realmente a sus hijos
hacia España para conseguir paliar la situación económica en
la que se encuentran, prefieren ya costear un pasaje en un
cayuco que enviarlos a que crucen por la frontera, ya que
son conscientes de que la estancia en el centro de menores
de Ceuta se puede alargar durante varios años si el menor no
consigue colarse en algún barco.
Existen diferencias por tanto entre los menores
subsaharianos, que emigran mayoritariamente por la cuestión
económica y en busca de mejoras y los menores procedentes de
Marruecos, que además de esta mejora económica, huyen del
trato vejatorio que reciben por parte de los mayores
continuamente. “En Marruecos un menor no significa nada,
estos chicos están muy quemados”, afirmó.
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